
El Maíz, logos del Continente Americano
Escrito por Roberto Lizarraga el 16/02/2025
En un capítulo de la novela La Consagración de la Primavera, del autor cubano Alejo Carpentier, Enrique el personaje de la narración llega exiliado a México y dentro de una serie de reflexiones que van desde el indigenismo, al arte, hasta cierta crítica a la sociedad mexicana de la época; menciona, para definir en su majestuoso esplendor, al paisaje del país, que en México, todo parecía hecho por la mano del hombre.
Si escuchamos atentamente la frase de este personaje de ficción, nos puede venir a la memoria el Tlachihualtépetl de Puebla, cuyo significado literal es “cerro hecho a mano”, el centro ceremonial de Malinalco, templo monolítico donde los caballeros águila realizaban sus misterios y ceremonias, o de manera más directa a la planta del maíz.

Si bien, el maíz (ixim en maya y centli en náhuatl por citar algunos de los principales universos culturales de la región) es una planta desarrollada por el hombre americano de hace miles de años, y visto desde un punto de vista dialéctico, el maíz también posibilitó la existencia de diversas civilizaciones en la zona que los estudiosos (a partir del erudito alemán Paul Kirchhoff) han dado en llamar Mesoamérica.
Junto con la posibilidad material de dar de comer a un gran número de habitantes, los pueblos que habitaron nuestro continente antes de la invasión europea, fue posible desarrollar calendarios, y con la cuidadosa planeación que permitía su conocimiento, fue también posible, potenciar la producción de maíz hasta volverse no solo parte de la dieta, sino también parte del rito, el mito y en general de la cosmovisión del hombre y la mujer de nuestra ancestría americana.

Se podría, al menos hasta cierto punto, decir que la sociedad estaba construida y organizada en torno a nuestro grano que incluso entre los mitos narrados en el Popol Vuh, también llamado Libro del Consejo, los dioses después de ensayar algunas humanidades anteriores, hacen, fabrican al hombre (wuinik, uinik o vinic en maya) a partir de granos de maíz; al respecto podemos citar la versión del escritor yucateco Ermilo Abreu Gómez:
“Cuando todo lo que se dice fue revelado, fueron desgranadas las mazorcas, y con los granos sueltos desleídos en agua de lluvia serenada, hicieron las bebidas necesarias para la creación y para la prolongación de la vida de los nuevos seres. Entonces los dioses labraron la naturaleza de dichos seres. Con la masa amarilla y la masa blanca formaron y moldearon la carne del tronco, de los brazos y de las piernas. Para darles reciedumbre les pusieron carrizos por dentro. Cuatro gentes de razón no más fueron primeramente creadas así. Luego que estuvieron hechos los cuerpos y quedaron completos y torneados sus miembros y dieron muestra de tener movimientos apropiados se les requirió para que pensaran, hablaran, sintieran, caminarán y palparan lo que existía y se agitaba cerca de ellos”.
Por momentos pareciera que seguimos una receta de cocina para elaborar tortillas o tamales, cosa que al mismo tiempo se confunde con una ceremonia ritual; podemos decir que para nosotros la comida no es solo la alimentación del cuerpo sino un regocijo de los sentidos (mejor narrado por el escritor italiano nacido en Cuba Italo Calvino en Bajo el Sol Jaguar, uno de sus últimos cuentos, el cual es un ejercicio de imaginación en torno del sentido del gusto (y se desarrolla en el estado de Oaxaca) y a través de ellos, un regocijo del espíritu.

Una vez listos los nuevos seres, se les hacen pruebas acerca de sus habilidades que si ponemos un poco de atención se refieren a facultades de tipo intelectual, discursivo e incluso instintivo, a partir de los cuales se les prepara para la aventura de su propia obra dentro de la naturaleza.
Otro aspecto a resaltar de las citadas líneas es cuando se hace mención que a la masa se le pone carrizo a modo de armazón, de manera parecida a como los campesinos sostienen erguidos algunos cultivos para favorecer su crecimiento, por lo que en la imaginación del mito, la humanidad había sido creada tomando pautas del proceso agrícola y de preparación de alimentos.
En el caso de los nahuas, la diosa Xilonen es la personificación de la mazorca tierna mientras que Ilamatecuhtli “la señora de la falda vieja” es la mazorca seca, lo cual nos lleva a pensar en el tiempo y desde luego al calendario.
Muchas deidades del panteón mexica tuvieron nombres calendáricos como por ejemplo Chicomecóatl, deidad femenina cuyo nombre 7-Serpiente es el nombre oculto del maíz. Chicomecóatl fue una de las diosas más importantes de la vegetación, por lo que nos podemos formar una idea de la importancia simbólica del maíz entre los antiguos habitantes de nuestra patria mexicana y americana al ser una deidad asociada directamente a este cultivo, uno de los ejes simbólicos de la imago mundi mesoamericana, materia y logos de los surcos dejados por los campesinos del pasado.
No podemos dejar de señalar también aspectos económicos, políticos y sociales que en la dialéctica del devenir histórico de nuestro cultivo, pero sobre esto último, preferimos citar unos versos de la pintora y poeta mexicana Aurora Reyes:
“Emiliano Zapata era hombre amasado
Con barro de Calpulli y leche de maíz;
Último brote, ley en cuya mano maduró
[la esperanza de los siglos:
¡esa plural mirada de bosque sin raíz,
De huérfana mazorca, de cañas en exilio!”

El maíz es una síntesis dialéctica en cuyos granos se agrupan aspectos que van desde la materialidad involucrada en el proceso de cultivo hasta la reflexión en torno a la naturaleza, el mito y la búsqueda de un imaginario que forjó las raíces de nuestro pasado.
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