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No existen las casualidades, como encontré a Mauricio Magdaleno

Escrito por el 08/05/2022

En una sesión de taller coordinada por el poeta uruguayo Saúl Ibargoyen, hablamos sobre la casualidad y él, nos comentaba que la casualidad no existe. A partir de entonces yo ponía más atención en los sucesos a partir de esa casualidad no existente y entonces comencé a reflexionar que esa especie de magia donde suceden cosas sorprendentes, era parte del tan estudiado circuito del habla.

Es decir, cuando hablamos o platicamos con alguien de cualquier tema, cuando conocemos a alguien e intercambiamos palabras se produce una red de continuo aprendizaje, de acumulación de historias, de vivencias, de palabras, por ello, aquellas situaciones en donde vivimos, por ejemplo, un paseo por Chapultepec, y días más tarde, platicamos con alguien que nos dice: a mi hijo lo mandaron a Chapultepec a conocer el castillo, solemos decir: mira qué casualidad, yo acabo de ir, no son más que resultado de ese circuito del habla.  

Las casualidades son causalidades

Y bueno, esto lo comento porque, hace algunos años conocí a la escritora Marcela Magdaleno, ella participó en un torneo de poesía, y tiempo después, la volví a ver en la presentación del libro de la poeta Renata Vega Albela, en la Casa del Poeta Ramón López Velarde. Marcela, ya nos platicaba de su abuelo Mauricio Magdaleno e incluso ella ha hecho una serie de actividades para preservar la memoria del adaptador de cine, de cuyas películas destacan Río escondido y María Candelaria.

Mauricio Magdaleno, nació un 13 de mayo de 1906 en Tabasco y aparte de ser adaptador de cine fue dramaturgo y cuentista. De sus cuentos, se puede decir, plasman la vida durante la revolución, pero que, desde su punto de vista, fue una revolución donde se persiguen ideales que nunca se cumplieron.

De ese encuentro con Marcela y la plática sobre de su abuelo, es seguro que se quedaron en mi mente, el nombre y lo de adaptador de películas del cine mexicano. Entonces, un día fui a un depósito de libro y hurgando en el montón de libros saqué uno que de inmediato llamó mi atención: El ardiente verano, de Mauricio Magdaleno.

La magia de los libros

La magia de esto está en que este libro salió de un depósito de papel y el libro mismo, contiene un cuento que habla de libros y su acumulación en un sótano. Es precisamente el cuento que da título al libro El ardiente verano, donde Magdaleno narra como unos mexicanos residentes en Texas, sueñan con tener un rancho como el de sus patrones gringos, y cuando piensan que es sólo soñar, el protagonista, un hombre llamado Rogelio, gracias a sus hijos, recuerda que en el sótano de su casa hay muchos libros, y quieren venderlos como papel viejo y decide limpiarlos:

Al contacto de la mano, los libros desprendían un polvo lleno de casi invisibles corpúsculos. Según lo comprobó Rogelio, con un estricto sentido comercial, nada servía para maldita la cosa, y dudó que Pedro Sánchez le diese dos dólares por tan indiscutible residuo”.

En esa tarea sale un libro, una Biblia que el pastor de la comunidad desea comprar en cien dólares, pero que, por buena o mala suerte, Rogelio se entera que ese ejemplar está valuado en 12 mil dólares, en esa época, era mucho dinero, y con eso podía comprar el rancho que tanto deseaba. Sin embargo, el final de la historia da otro giro, muestra del talento de Mauricio Magdaleno.

Lo cierto es que gracias a que conocí a Marcela Magdaleno, al ver el nombre del autor en el libro, lo llevé a casa y resultó una grata lectura, una increíble experiencia y fue como trasladarse de un depósito de papel a otro, a través de un cuento, a través de una historia, a través de las palabras.