Entre sepulcros, tendidos y lecturas de poesía
Escrito por Hortensia Carrasco Santos el 28/02/2023
En estos días de febrero, de un 2023, ya lejos de las mañanas frías, acudí al Bazar de libros de San Fernando, que ocupa un espacio en la explanada del Museo Panteón de San Fernando. Ahí se dan cita varios libreros que buscan ofertar sus libros y con ello obtener alguna ganancia, porque sobrevivir es asunto de suma importancia.
La sobrevivencia, nos hace movernos de formas inesperadas, por ejemplo, en este bazar de libros, no sabemos cuántas bibliotecas personales llegan para ocupar la biblioteca de otros. Los libros pasan metafóricamente de un sepulcro a otro, porque muchas veces, las bibliotecas de una casa, se vuelen lugares olvidados y fríos, los libros comienzan a perder su brillo debido al polvo.
Los libros se mueven de acuerdo al movimiento de la gente, por ejemplo, hay personas que de pronto viven una situación difícil y tienen que deshacerse de su biblioteca, para obtener un poco de dinero, sí es que les va bien en la venta, y de esa forma salen del paso y entonces los libros encuentran otras moradas. ¿Será que un libro muere por un instante y luego vuelve a tener vida?
Algunas, por ejemplo, tienen que mudar de residencia y es ahí donde la biblioteca puede perecer y sólo dejar como parte del esqueleto al librero que la sostuvo, o bien puede ser que el dueño de la biblioteca fallezca y los familiares deciden vender los libros por kilo (por 100 libros en un depósito de papel pagan la cantidad de 40 pesos, aproximadamente)
Cuando vamos a sitios como depósitos de papel, algún tendido, o en este caso, un lugar como el Bazar de libros de San Fernando, encontramos varios libros del mismo título, porque el libro se va moviendo de dueño en dueño, esto, aunque parezca que nadie debe deshacerse de un libro, me parece que permite que germine la lectura, ocurre algo parecido a la polinización de las flores, porque al ir de mano en mano, las historias van dejando el polen de la lectura en cada lector al que llegan.
Por ejemplo, un día se me acercó un señor que estaba en una parada de camiones en Calzada de Tlalpan, a la altura de Río Churubusco y me dijo que me vendía un libro, al verlo vi que se trataba de Madame Bovary de Gustave Flaubert, le dije que ya lo tenía y se alejó desanimado, no obstante, creo que con un poco de suerte encontraría quien se llevara el libro, de ese modo, pienso, la lectura se vuelve viva, se desentierra el libro y brota con todas sus letras. La lectura germina.
Al estar en el Bazar de libros de San Fernando y verme entre los lectores que acuden en busca de algún libro, pensé que de alguna forma somos una especie de desenterradores, es como si el Museo Panteón de San Fernando se extendiera y cada tendido fuera una tumba de libros, donde alguien o algunos, excavan y encuentran valiosas joyas que luego van a dar no a su casa, sino a su memoria, porque el conocimiento se queda en la cabeza de quien lee.