El Obelisco y la Bóveda
Escrito por Roberto Lizarraga el 08/09/2023
Caminata en torno al poema Noche K-balística de Teesha Zamacona
Cinis sum, cinis terra est, terra sea est,
Ergo ego mortua no sum
Corpus inscriptionum Latinarum
Una de las características del lenguaje poético es que está construido con los ladrillos de la polisemia, en donde cada frase o palabra puede tener varios significados, casi como un estrato geológico ante el cual, el estudioso, al observar la forma de las rocas, el color y presencia de ciertos minerales, le habla de lo ocurrido hace millones de años, de procesos que a simple vista y sobre la superficie, hay un velo que se debe retirar para observar una historia que muchas veces nuestros pasos ocultan.
Pensemos por otro lado en un paseante que recorre un barrio antiguo, normalmente podrá observar y admirar la belleza de las fachadas de muchos edificios y de diversos modos conocer algo de los acontecimientos históricos alrededor de los mismos, sin embargo siempre la fachada esconde una cara del edificio en el que el glamour del barroco, el art nouveau, o las formas neoclásicas, dan paso a las grietas de una historia que no aparece en ningún escrito, los lugares, los objetos, nos dicen algo más de lo que nos puede contar una guía de turistas.
Los desperfectos en las grietas , sombras y polvo, se nos muestran como letras de escrituras cuyas voces se filtran en la gota de una tubería vieja o de una azotea que por las noches escenifica un magnífico mosaico de luces artificiales bajo las nubes y la luna.
La poeta y pintora Teesha Zamacona, fallecida en 2020 nos legó una serie de poemas, en donde hace gala de un lenguaje con un amplio registro simbólico en el que nos muestra parte de su imaginario; entre los cuales se encuentra “Noche K-balística; un lugar común” que mostramos a continuación:
“Todos los versos llevan consigo
el milagro de la inmortalidad
y el signo de una maldición.
Cada noche
se impregna una cruz
con sombras
que visten andrajos
de piel – cordero – lobo.
Todo desdichado
hijo del vértigo
las ha visto danzar
con idéntica melodía.
Poder colocar en el ritmo
la sensibilidad de cada huella
escribe: con la ligereza de un cualquiera
(Sombra de textura áspera
con forma de ciempiés
que se enrosca en mi garganta,
tienes el sabor de almendra amarga
que no logra cerrar mis ojos)
No importa
todas cargan con ellas
el mismo espejo de la camisa – luna
desterrada en el desierto – espiral
donde reposan los huesos
que caen de un cielo
de múltiples siniestros.
Y el poeta ¡Santo, Santo, Santo!
se flagela con las tripas de sus deseos
frente a un altar con la fotografía
de su rostro descompuesto
por mil transmigraciones
y lo pinta de cochinilla
como si su revolución lo
llenara de inmunidad.
¿Cómo desprender el agua – viva
del polvo de gusanos
cuando la noche por inercia perpetua
continúa carbonizándose
en cada respiración
sin lograr transformar la tinta en níquel?
y las palabras se oxidan
desde el estómago
y el gesso pierde sus poros
sofocando voces sin tónica
que oprimen
el núcleo afiebrado
infinito de moscas devotas
a la tierra – tumba.
Por ningún pasillo
camina la conciencia.
El pensamiento;
es una herida
que reposa en formol
donde cuatro brazos de elefante
pierden la memoria
y lejos queda la perla
de las rodillas.
Espacio – tiempo se reduce
a una pelusa
donde los pájaros se ahorcan.
Y el poeta ¡Santo – Maldito – Santo!
fríe un cuervo para las sombras – lobo
una pluma -cisne para las sombras – cordero
y se va a dormir
con una bala
en la mano.”
Desde el título hallamos una declaración al lector en el que de antemano se nos dice que estamos ante un poema con varios niveles de significado, recordemos que la Cábala o Kabalah fue una teoría emanacionista, especie de filosofía gnóstica del judaísmo, a la vez que método de exégesis que se apoya en métodos procedentes desde el tiempo pitagórico para la interpretación de la escrituras sagradas judías; basado en la interpretación de la forma y valores numéricos de las letras del alfabeto hebreo, así como las distintas combinaciones de las letras de una palabra. A partir de la interpretación de los textos se buscaba la unión con el ein sof (אֵין סוֹף) o infinito, otra forma de llamarle a la deidad representada mediante el llamado Tetragrámaton YHVH (יהוה). En el caso de nuestra autora, hay un guiño en el que la unión con el todo, será por instantes bajo el manto de la bóveda nocturna.
En los primeros versos vemos un oxímoron en el que lo que sería la bendición o una suerte de condición utópica, que es la inmortalidad, se vuelve una desdicha. Todo verso cuya existencia puede verse en si misma como un milagro, porta en sus letras la potencialidad de trascender su época de alguna manera inmortalizado a su autor, o al periodo que le dio origen, sin embargo todo tiene un precio.
A la noche la encontramos con vestimentas propias de la indigencia en una prosopopeya que nos hace ver la cruz bajo una luminosidad obscura, las vestimentas se nos aparecen como una triada, en la que aparece la contradicción en la simbólica del lobo y del cordero que más allá de la máxima filosófica de Hobbes o de los dichos de la sabiduría popular; el cordero puede ser tanto la inocencia como una especie de agnus Dei en el alma mística del asceta o del poeta, o alguien de signo Aries; así como el lobo encarnar los instintos en el salvajismo de la naturaleza al modo de Harry Haller, en la inmortal novela de Hesse Der Steppenwolf o la transformación del shaman de la tribu, en su conocimiento para fundirse con las fuerzas de la naturaleza.
Tanto el sabio místico como el shaman pueden ejecutar danzas que recuerdan o recrean los movimientos de los astros, recordemos que el sol en su salida por el oriente y en su recorrido hasta el occidente, en sus principales puntos recuerda a una cruz, figura que también conecta con el inframundo y cuya danza es presenciada por el desdichado hijo del vértigo, ¿qué vértigo? ¿el de la misma danza, el de las palabras, el de la vida, el de la música que es la misma en cada danza.
Algo nos deja ese vertiginoso movimiento rítmico y es la escritura en la que el amargor tiene nota de veneno, un veneno fallido que solo alcanza a dar el sabor del cianuro sin lograr su efecto, tan solo el de los giros en espiral dados por la Luna.
De pronto se nos revela que las huellas de la escritura, en su contradicción bajo la piel de cordero – lobo, son del poeta que tres veces Santo es él mismo su propia deidad, su propio triunfo y su propio dominio de la decadencia después de haber pasado su alma varios ciclos lunares en el eterno retorno de lo inmemorial ese que la poeta nos presentó desde la primera dicotomía de lo inmortal y de la maldición en el verso, ahora en el color de la sangre cuando no la sangre misma.
En este recorrido nocturno de la palabra, la vida y la muerte, la pintora lanza una pregunta en la que como una bala polisémica, nos lleva a una serie de imágenes que bien pueden ir del mezcal y su gusano a una retorta alquímica en la que el espíritu busca separarse de la tierra mientras el desgaste del tiempo continúa sin que el artista logre elevar su condición, aparentemente económica pero ligada a lo espiritual mientras lucha ante el desgaste de su propio lenguaje y ante la propia imagen que cae en una caminata inconsciente que desemboca en las aves colgadas, enigmática imagen que evoca a la novela “Cosmos” de Witold Gombrowicz, en la que todo inicia ante el absurdo de encontrar un gorrión colgado del cuello. A veces los locos son los cuerdos y los cuerdos no lo son tanto, en ocasiones las palabras tienen el peso de la profecía.
Consciencia-locura, inmortalidad-maldición, lobo-cordero, espacio-tiempo, cuervo-cisne, memoria-olvido, agua-tierra, vida-tumba; toda díada o dicotomía es trascendida por un tercer principio, en este caso tenemos al poeta que es “Santo – Maldito – Santo” que lleva la bala en la mano, casi como un pequeño obelisco que apunta hacia la eternida, se eleva y nos señala hacia un Hinterdichtung, poema detrás del poema con el nombre detrás del nombre de todo sonido y de toda letra, como un sol que rodea a vivos y muertos, como la tierra que sostiene los pasos pero es la sede de los huesos, gnosis en donde está más que el leitmotiv, la dialéctica de este poema de Teesha.
¡Elévese la bala hacia las estrellas!
Columna: Glifo de Nube