
¿Cuál fue la primera novela de ciencia ficción? o Mi decepción al leer “El moderno Prometeo”
Escrito por Joel Cuellar Lopez el 26/05/2025
Durante años, tal vez décadas había escuchado el mismo “hecho”, que la primera novela de ciencia ficción, un género que va de mano con la modernidad, fue el renombrado Frankenstein, de Mary Shelley. Supongo que por eso tuve tanta expectativa al por fin tener oportunidad de leerlo hace ya algunos años.
Estaba especialmente interesado en leer aquellos pasajes donde se marcaba un antes y un después, desechando las explicaciones mágicas, sobrenaturales o divinas. Esto último ya que podemos definir a la ciencia ficción como género narrativo en el que se relatan acontecimientos ficticios pero pensados como posibles, cuya verosimilitud se fundamenta en el conocimiento científico.
Sin embargo, mientras leía, me encontraba con enormes agujeros de información, como si la autora, deliberadamente hubiese omitido los detalles de aspectos tan importantes como la creación del monstruo. Más allá de un prólogo que fue escrito por la autora años después de la edición original, afirmando que “El suceso en el cual se fundamenta este relato imaginario ha sido considerado por el doctor Darwin y otros fisiólogos alemanes como no del todo imposible”, no existe mucha ciencia en esta obra fundacional de la ciencia ficción.

Se puede leer completamente como una obra de horror gótico, donde Frankenstein hace las veces de alquimista, creando un homúnculo gigante (del latín homunculus, hombrecillo) que escapa y se vuelve contra su creador. También puede leerse como una novela del romanticismo, debido al énfasis puesto en las emociones de los personajes y a la crítica al espíritu racional de la ilustración, pues Frankenstein crea al monstruo utilizando métodos arcanos y no solamente ciencia moderna.
Después de comprobar que la obra supuestamente fundacional de la ciencia ficción no es tal, me di a la tarea de buscar a qué obra le podemos llama la primera novela de ciencia ficción. Encontrando en mi camino un tesoro de obras cuyo eje narrativo está mucho más cercano a la especulación científica que la obra de Shelley.
Debido a que la ciencia enmarca los límites del imaginario de la ciencia ficción, primero hay que descartar a las obras que en retrospectiva pueden leerse como proto ciencia ficción, pero que se escribieron previo al conocimiento científico. Existen mitos, leyendas y obras literarias que van desde la épica de Gilgamesh, pasando por el Ramayana, hasta las mil y una noches, que cumplen con estas características.
Por lo tanto, tenemos que buscar a estas primeras obras de ciencia ficción en los albores de la ilustración y el comienzo de lo que hoy llamamos conocimiento científico. Reduciendo así nuestra búsqueda podemos encontrar la obra Utopía, que Tomás Moro escribe en 1516. Ahí se describe una isla ficticia donde sus habitantes han perfeccionado cada aspecto de su sociedad. Esto encaja en el tipo de especulación que se verá después en el subgénero de la ucronía y que se subvertirá en la distopía de varias obras de ciencia ficción. A pesar de esto, la especulación de la obra se lee más como ética que como científica, por lo que tendremos que continuar nuestra búsqueda.

Más adelante en el tiempo llegamos a la obra Somnium (el sueño), que escribe Johannes Kepler en 1608, pero que fue publicada póstumamente por su hijo Ludwig en 1634. En esta obra se encuentran todavía varios aspectos sobrenaturales, sin embargo, fue considerada como la primera obra de ciencia ficción por parte de autores como Isaac Asimov y Carl Sagan, debido a que dichos aspectos sobrenaturales sirven como pretexto para hacer una primera descripción especulativa de cómo se vería la tierra desde la luna, así como las diferencias que habría en el firmamento al observar los movimientos de los astros desde un cuerpo astronómico distinto a la tierra.
Debido a la presencia de estas explicaciones sobrenaturales me es difícil catalogar a esta obra de la misma manera que Asimov y Sagan, pero ya nos estamos acercando. Cabe destacar que esta obra inició toda una tendencia literaria sobre viajes lunares, que incluye a otras obras posteriores como: The Man in the Moone (1638), de Francis Godwin; L’Autre monde ou les états et empires de la Lune (1656), de Cyrano de Bergerac; e incluso la obra novohispana Sizigias y cuadraturas lunares (c. 1772), del padre Manuel Antonio de Rivas.
Todas estas obras tienen una influencia tanto de la especulación utópica como de los viajes lunares, siendo las novelas que se han conservado de las que sabemos hay ese puente entre la fantasía y lo que llegará a ser la ciencia ficción. Podemos afirmar que todas estas son obras de transición entre una narrativa completamente fantástica y otra más especulativa, que utiliza recursos fantásticos pero que sabe que está especulando y dicha especulación tiene como base los conocimientos de la filosofía naturalista que dará pie a lo que hoy día llamamos ciencia.

Llegamos entonces a la obra que, continuando con la tendencia utópica – selenita, podemos considerar como la primera obra de ciencia ficción como tal, al menos de la que tenemos memoria. Se trata del Micromégas (1752) de Voltaire, donde se especula, desde la matemática y la física, sobre el punto de vista que tiene sobre la tierra y los humanos, un visitante del espacio exterior.
Dicha obra sirve como reflexión, para poner en perspectiva el diminuto lugar que tiene el humano ante la inmensidad del cosmos, ya sea inmensidad entendida como distancia o la inmensidad de conocimiento del que carecemos. Aquí llegamos a una obra claramente científica, no solamente en retrospectiva, sino que fue escrita con esa intención y que tuvo la fortuna de contar con suficiente trasfondo científico para no necesitar de explicaciones sobrenaturales.
Aunque cabe aclarar que muchas de las explicaciones son superficiales, sin entrar en detalles, son lo suficientemente acertadas como para predecir algunos aspectos que en la vida real son parte de los viajes espaciales, como el aprovechamiento de la fuerza de gravedad de los astros para impulsarse.
Finalmente, quiero invitar a quien haya tenido el empeño de leer este pequeño esfuerzo, a leer todas y cada una de estas obras, eso si el tiempo e interés le son suficientes. Esto incluye a la obra de Shelley, pues aunque no la considero como el inicio de la ciencia ficción, eso no le quita su mérito literario, el cual le ha ganado ser un clásico universal.
Columna: Transpoiética.
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