
El Hueso. Más allá de las voces y el esqueleto del Río Bravo
Escrito por Roberto Lizarraga el 23/03/2025
El escarabajo fue, en un mito antiguo de los egipcios, el acompañante, el que sostenía al sol en su recorrido tanto por la bóveda celeste como por el inframundo que imaginaban los viejos constructores de pirámides. En los primeros versos, Nicola Giuliato nos dice:
"Cuando el polvo que se levantó cubrió al escarabajo reseco en ese preciso momento suspendido se ofuscó por siempre el sentido de un destino".
El autor nos lleva por un mundo fronterizo en una técnica cercana al poema en prosa en cuyos antecedentes literarios podríamos encontrar al poeta y filosofo mexicano Enrique González Rojo Arthur con la novelema o el cuentema, en los que se busca narrar utilizando las formas esenciales de la poesía.
Así como en la técnica estamos ante un trabajo fronterizo, también los temas que se tocan a través de las páginas son propios de urbes en las que hay conflictos de frontera

Por otro lado, en las estrofas hay pequeñas historias en las que se rompe la temporalidad y en varios momentos existe la impresión de un todo, que más allá de ocurrir en la Elizabet Street o 9th Street, en Brownsville o en Matamoros, son hechos que están ante el testigo de la palabra que al igual que el Río Bravo, lleva consigo un ritmo en el que los acontecimientos llevan consigo una temperatura en el que encontramos odios, anhelos, nostalgias, deseos y escupitajos, como una estrofa nos dice:
“Descuidado
Escupellamas lanzaba en la sala aquellas notas
duras como racimos
por ratos
purpúreas como zarpas
prolongadas”
A pesar de la violencia y el paroxismo en muchos pasajes del texto, podemos decir que es un slow motion sideral sin tiempo en el que se abre una puerta o quizás varias puertas en el que tres días o tres semanas nos dejarán tumbados en tres gotas de sudor o sangre al son de tres trompetas en los que el soundtrack de fondo es interpretado lo mismo por mexicanos, italoamericanos o negros que nos dejan tumbados ante un espejo transparente en el que nos definimos por lo que somos capaces de transmitir, pero para poder ver, se necesita poner una tabla detrás de ese espejo transparente y ver nuestras sombras, al respecto Nicola Giuliato nos ofrece estos versos:
“Aparté mi sombra, la empujé a un lado. Luego la apagué pensando en lo que escondía”

Rara vez pensamos en ese famoso lado B que no o es tal sino simplemente es parte de nosotros mismos, en este caso la voz lírica del poeta muestra consciencia de la obscuridad que habita en ese “otro lado”, cabría preguntarnos si apagamos nuestra sombra porque pensamos en lo que esconde o precisamente para no pensar en lo que no queremos ver.
Es extraño en estos días que alguien eche mano de los recursos de la poesía para darle forma a algo que quiere decir a través de una narración, lo cual se puede ver no solo como una contradicción estética sino también humana dado que, desde las más antiguas tradiciones orales hasta las fuentes escritas, la poesía fue el vehículo por medio del cual la humanidad narró desde gestas y batallas hasta las noticias de la aldea más próxima. Desde Gilgamesh hasta el Beowulf o la misma Divina Comedia, al respecto de esta última obra, ha inspirado al menos dos obras del siglo XX que son “La divina mímesis” de Pier Paolo Pasolini (nuestro autor es italiano al igual que el célebre cineasta) y “El sistema del infierno de Dante” de Amiri Baraka, ambos inspirados en los paisajes infernales plasmados en los versos del poeta toscano.
En el libro de Giuliato tenemos la sensación de, por momentos, caminar por calles que son una suerte de inframundo en el que las balas se mezclan con la música, el alcohol y el deseo sexual, así:
“recomenzaron a tocarme el flanco izquierdo
soltando aquella incerteza
toda aquella dimensión perturbada
que me tomaba
cuando en ayuno
me daban ganas de una mujer cualquiera
ganas de panocha.”

En ayuno, estado físico que comparten tanto el miserable por su condición económica y el borracho o el junkie debido a sus adicciones, pero también los workaholics por su acelerado ritmo de vida y podemos hablar de una moda entre ciertos practicantes del fitness pero también podemos mencionar al asceta, el cual está en una constante búsqueda de la redención por lo que continuamente se encuentra en un estado de tensión espiritual:
“Quizás ese sacerdote sin zapatos
el anacoreta que me impulsaba con sus aforismos
quizás el habría entendido.
¿Acaso
Villanueva?”
Quién es el sacerdote descalzo, tal vez somos todos al adentrarnos en las páginas, al menos estamos en una constante tensión entre dos ciudades, los personajes que recorren los versos y la narrativa por momentos lineal y por momentos parecida a flashbacks que nos llevan a los aforismos de frontera.
Columna: Glifo de Nube.


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