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Armando Duvalier, el Alquimista que llevó la Vanguardia a Chiapas

Escrito por el 01/08/2023

Armando Duvalier, Don Armando como se le conoció en su estado natal de Chiapas, es de esos autores sobre los que uno se pregunta porqué no son más conocidos dada la importancia de su obra. Al respecto cabe agradecer al maestro Roberto López Moreno y al Dr. Antonio Duvalier, hijo de Don Armando por las referencias de vida y obra, en donde queda patente el dominio tanto del idioma como de las formas en poéticas que llevaron a Armando Duvalier a cultivar el metro fijo a la vez de ser vanguardista.

La curiosidad literaria así como el rigor poético llevaron al autor a interesarse no solo por las expresiones propias de la lengua española sino a algunas formas de la poesía asiática como la tanka y el haiku. En la siguiente tanka de nombre “Sonrisa”, publicada en el libro “Mariposas de laca”, queda de manifiesto el manejo de la imagen que como un flash engloba los instantes, propio de la poesía oriental:

«EN LA AZUCENA

                    de su mano se posa

                    una libélula

                    y en su boca encarnado

                    relámpago de seda.”

Sin embargo, el poeta no se limita a la evocación del verso japonés, sino que busca apropiárselo , tomar la inspiración del cielo nipón y traer ese destello bajo la nube mexicana como se puede ver en el haiku que lleva por título “noche”:

“EL CIELO se ha despertado

                      y pone en su escaparate

                      la platería de Taxco.”

El haiku en su forma tradicional se compone de versos de cinco, siete y cinco sílabas, en el caso del poema anterior, todo está en octosílabo, además de hacer referencia a la cultura material, en contraste con la poética tradicional del haiku en donde las imágenes proceden de la naturaleza.

Bien menciona el poeta Roberto López Moreno en su ensayo “El ojo Duvaleriano” que Duvalier llevó a Chiapas la noche pero no la noche oscura sino la noche estrellada de la vanguardia dando un aire distinto al ambiente de la poesía tradicional dominante.

Dentro del vanguardismo Duvaleriano también encontramos poesía negra la cual fue desarrollada a partir del encuentro que tuvo Duvalier con el poeta cubano Nicolás Guillén. Como paréntesis cabe señalar que los académicos Mario Nandayapa y Julio Solís en su estudio para el libro “Un ángel amansando sus teléfonos”, mencionan que la diferencia entre el arte de la negritud y el arte negro está en que el primero hace referencia a identidades y territorio mientras que el segundo va más hacia las circunstancias sociales y artísticas.

En las siguientes estrofas del poema de nombre “Marímbula, marimbulé” podemos observar no solo el homenaje a la marimba, instrumento chiapaneco, sino la búsqueda del ritmo negro a través de la onomatopeya evocativa que busca fusionar los sonidos de la marimba con pautas de origen africano:

                 “La mar

                   la mari, mari,

                   canta en las tierras de Chiapas;

                   marimba, marímbala, marimbulá.

                  

                   Gorjea la marimba,

                   la marín, morimbe

                   marimbulé, merimbumbulí.

 

                    Canta la marimba

                    la marímbala

                    darímbala;

                    marímbala”

En los siguientes versos del poema de nombre “¡Vámonos al vodú!…canto negro”, queda más de manifiesto el ritmo africano además de un poco del mundo mágico traído allende del mar por los oprimidos que en contra de su voluntad atravesaron el mar para ser propiedad de otros y trabajar con el látigo sobre la piel.

“Vámonos al vodú

                    Vicente;

                    vámonos al vodú,

                    ñíngena;

                    ¿no oís a Nana Buluku

                    qué está llamando a la gente?

 

                    Bébete una bilumbela

                    milongo,

                    pero vámonos ya

                    con la marimbela;

                    vámonos, manicongo,

                    entre la kitambula,

                    sobre la kumurumba;

                    vámonos a la selva

                    con Nakitumba.”

Al leer y escuchar este par de estrofas, podemos sin dificultad, escuchar en la imaginación, los tambores que llamaban tanto a la fiesta como a la rebelión.

Si bien el poema negro representa una forma de vanguardia, Don Armando parte de rutas trazadas con anterioridad por autores como Nicolás Guillén, Alejo Carpentier, Aimé Cesaire o Leopold Sedar Senghor, sin olvidar el movimiento del Harlem Renaissance; la vanguardia creada y forjada por él, es el “Alquimismo”.

Duvalier retoma la ciencia de Hermes Trismegisto, abundante en símbolos y alegorías de naturaleza esotérica,  para crear un sistema ecléctico, en el cual tuvieran cabida incluso manifestaciones de otras vanguardias, y así poder convertir las ideas en el oro de la poesía.

En el alquimismo domina la imagen encaminada a una poesía que por momentos puede parecer críptica, representa un reto al lector, sin embargo, en ese hermetismo encontramos poemas de una gran manufactura como es el caso de “¡DÉJALA, Amor!…”  donde encontramos los siguientes versos:

            “A serpiente, a heliotropo y a pegaso

             se yergue el corazón entre algodones de oro,

             y en un silencio de candados rencos,

             de sales estrujadas y tumultos

             te están soñando mis palomas ácidas.”

La nostalgia por el ser amado queda enmarcada entre símbolos que parecen o más bien proceden de antiguos libros que pudieran ser de Avicena o Nicolás Flamel, a la vez que nos da la sensación de estar presenciando un ritual de tipo iniciático ante seres mitológicos.

Otros versos con un tono nostálgico ante el amor perdido los tenemos en “El silencio de la flauta “:

    “No ha madurado tu fuente de caracoles desnudos

     ni se oye la canción de viento en los retoños.

     Se me olvidó el olor del plenilunio;

     recuerdo que era azul como la distancia.

     Mis labios te olvidaron.

     ¿Por qué estás tan lejos?

      Estás tan lejos que parece que te has muerto.”

En cuanto a la poesía en metro fijo, Armando Duvalier inventó la retornela, la cual en su mayor parte consta de cuatro estrofas, de cuatro versos en endecasílabo, con un esquema abab cdcd abab cdcd. El esquema de las dos primeras estrofas se repite, es decir retorna. Cómo ejemplo mostramos la que lleva el título de “Pegado al muro de la noche”:

           “Pegado al muro de la noche espero

           asir tu imagen de lejana estrella;

           aún siento como agrio ventisquero

           el tiempo inútil que dejó una huella.

 

            En esta noche la emoción más pura

            ciñe la ausencia del amor herido;

            ¿quién deja sobre el alma la amargura

             que llovizna sus líquenes de olvido?

 

            Ya mi amor en tu pecho es extranjero,

            y el tuyo, amada, en mi pasión destella;

            ¡cómo recuerda el corazón austero

            el tiempo inútil que dejó una huella!

 

            Más gira el eje de la noche obscura

            y el pecho tienes por el musgo henchido…

            ¡Ay de la angustia de la noche dura

            que llovizna sus líquenes de olvido!”

Dentro del ensayo, cabe destacar el libro “La poesía de José Emilio Grajales. Autor del Himno a Chiapas” en donde Armando Duvalier busca hacer una revalorización del su coterráneo situándolo aún dentro del romanticismo, a pesar de que intelectualmente tuvo cercanía con el modernismo en boga en su época.

Podemos decir de manera breve y momentánea que la poética de Armando Duvalier se caracteriza por el rigor en cuanto a las formas clásicas, lo cual es patente incluso en su trabajo vanguardista donde de manera consciente evitó el desbordamiento del verso y la emoción. En su trabajo se conjuntan de forma dialéctica tradición e innovación en donde hay un cierto barroquismo que busca el canto en la selva y el paisaje de su tierra natal.

Columna: Glifo de Nube


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