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El Libre albedrío y la Voluntad de sentido de Semíramis

Escrito por el 19/08/2025

El fragmento que vamos a comentar pertenece a La hija del aire, obra escrita por Pedro Calderón de la Barca y publicada en 1653. Esta pieza teatral se inspira en la historia mitológica de Semíramis, la legendaria reina de Asiria y fundadora de Babilonia. Dividida en dos partes, este extracto se encuentra al comienzo de la primera, durante la presentación del personaje.

En este primer acto, Semíramis está confinada en una gruta bajo la supervisión del anciano y sabio profeta Tiresias. Él le advierte que no debe abandonar la gruta, pues si lo hace su destino estará marcado por trágicas vivencias. Profetiza que se convertirá en reina de Oriente, pero a costa de traiciones y desgracias. Traicionará a Menón al casarse con el rey Nino, y luego asesinará a este último. Su hijo Ninias, fruto de la unión de Semíramis y Nino, heredará el trono, y ella usurpará el poder aprovechando el parecido con su propio hijo.

El fragmento presenta la respuesta de Semíramis a un diálogo que sostiene con Tiresias. Ella elige salir de la gruta, ignorando las advertencias de éste. Dice sobre su vida y su destino: “Porque es error / temerle; dudarle basta. (a la vida y a su destino) / ¿Qué importa que mi ambición / digan que ha de despeñarme / del lugar más superior, / si para vencerla a ella / tengo entendimiento yo?”

Al conocer su destino trágico, posee una comprensión más profunda que le permite enfrentarlo con una mayor sensación de libertad. Esta conciencia le brinda la capacidad de elegir cómo abordar y hacer frente a su destino. No obstante, dicha libertad es ilusoria, porque hay un presagio, un final trágico. Ese determinismo, no obstante, es voluntario, en el sentido de que su elección parece estar predestinada a la repetición.

Exploremos un poco más esta idea. Según Schopenhauer, nuestras acciones están determinadas por la “voluptuosidad”, es decir, por una voluntad inherente a la naturaleza. También Nietzsche, abordando este dilema, sugiere que el verdadero hombre debe asumir la responsabilidad de sus propias voluntades, optando por una individual y consciente, la “voluntad de poder”. Sin embargo, el psicoanálisis nos expone que, con el descubrimiento del inconsciente, en realidad, somos esclavos de nuestros propios actos, privados del libre albedrío que supuestamente nos habría otorgado Dios. Si nuestros pensamientos y decisiones están guiados por impulsos inconscientes, entonces, no tenemos voluntad sobre nada. Y esta es la última afrenta que confronta Freud a la vanidad humana. Si Copérnico ya había removido a la Tierra del centro del universo, y Darwin había planteado que el hombre no es una creación divina, sino producto de la evolución; Freud, lleva al extremo esta idea al afirmar que ni siquiera somos dueños de nuestra propia voluntad, pues estamos sujetos a las fuerzas del inconsciente. Así, ni la “voluptuosidad” actúa a través de nosotros, ni es la voluntad del “superhombre” la que verdaderamente determina nuestro destino; es el inconsciente el que dicta nuestras decisiones.

En el contexto del psicoanálisis freudiano, se sostiene que existe una compulsión a la repetición, inconsciente por supuesto; y, por así decirlo, los neuróticos se convierten con ello en máquinas de repetición inconsciente, no porque no puedan elegir, sino porque inconscientemente eligen repetir. Esta interpretación se aplica específicamente a nuestro personaje quien, aparentemente buscando libertad al salir de la gruta, en realidad repite su encierro en cada relación que sostiene con los otros.

Sale físicamente de la gruta, pero nunca abandona su encierro. En cada relación que establece, se encuentra atrapada, ya sea con su esposo en los palacios del reino o con su hijo cuando  imita su características físicas para hacerse pasar por él y así poder usurpar el trono. Parece que elige con libertad, pero con el tiempo se revela una tendencia de algún modo inconsciente a regresar al encierro, mostrando así una especie de oxímoron característico en la obra de Calderón de la Barca. Es una hija del aire que, paradójicamente, elige inconsciente y constantemente el encierro.

Reconoce las adversidades que le aguardan, pero no teme enfrentarlas. Su voluntad de vivir se impone sobre el miedo, pues, como la vida misma, aunque todos sabemos que eventualmente moriremos, no por ello dejamos de vivir. Es más cobarde, o dos veces más cobarde, renunciar a la vida por temor a su destino que enfrentarla. Y así lo argumenta: “Sí; que es dos veces cobarde / el que por vivir murió; / pues no pudiera hacer más / el contrario más atroz, / que matarle, y eso mismo / hizo su mismo temor”.

En pocas palabras, podemos decir que la aparente salida de la gruta es una ilusión, ya que Semíramis vuelve una y otra vez a su encierro. Mas no se trata tan sólo de la repetición y de la ilusión de elegir, sino que el final del fragmento es una afirmación a la vida. Es decir, aunque conozca su destino, y aún sin saberlo completamente, prefiere experimentarlo y presenciarlo en lugar de sólo escucharlo en la oscuridad de la gruta: “Y así, yo no he de volver / a esa lóbrega mansión; / que quiero morir del rayo, / y de sólo el trueno no”.

El deseo de vivir su destino, a pesar de las adversidades que conlleva, refleja una afirmación de la vida sobre el miedo a ella, es como si dijera, “prefiero morir del rayo aun cuando quedara ciega y no sólo del sonido del trueno encerrada en la gruta”. Es, en todos los sentidos, mejor experimentarlo que sólo escucharlo de la voz de Tiresias. Y sus palabras son, finalmente, esa afirmación. 

En conclusión, el fragmento plantea el dilema del libre albedrío, donde, según hemos visto, la libertad está determinada por el inconsciente y, por consiguiente, por la compulsión a la repetición. Con todo ello, se debe agregar que la decisión de vivir esa repetición, por decirlo de un modo, ya sea encerrada o no, es solo de Semíramis. Su elección es más que una elección, es una forma de darle sentido a su existencia, una voluntad de sentido que demuestra que incluso en medio de una serie de repeticiones inconscientes, la voluntad de vivir la experiencia es más una afirmación de la vida, que negación a vivirla.