La noche era un abismo sin estrellas y solo se veía una enorme luna. / los tulipanes parpadeaban y podía verse que en cada uno de ellos yacía el alma de una persona que gritaba y se lamentaba
Una sola mirada y el deseo de un reencuentro se vuelve una imperiosa necesidad; un rostro entre cientos de rostros conocidos y desconocidos vagando por los recovecos de la mente entre lo caótico, ¿es sólo una ilusión?, ¿el anhelo materializándose?, ¿un sueño y sólo eso? ¿Qué hacer cuando conoces al amor de tu vida y únicamente le puedes hallar mientras duermes? Estas dos almas se encuentran en el mundo onírico, pero su mundo real jamás se toca. Y justo el contraste entre lo que es y lo que desearían que fuera es lo que les hiere más, es lo que se vuelve algo aplastante. La vida “perfecta” como la más grande infelicidad.
[…] el recuerdo de ella se deshacía en su interior, era como un violento mar que lo inundaba sin que pudiera hacer algo para evitarlo / […] Sintió que con una simple mirada, ella llegó hasta lo más lejano de su ser / […] su amor había crecido dentro de ellos, no como los frágiles tulipanes, sino como los leontopodiums que sobreviven en los prados cubiertos de nieve
Justo esto es lo que viven Irina y Calabaza, dos personajes que se enfrentan a una realidad que les hace sentirse insatisfechos, perdidos, sin propósito alguno. Ambos se entregan, a su manera, a la melancolía y van tras el misterio, en una especie de huida y de viaje. Es entonces que surge la pregunta: ¿Qué es lo que construye verdaderamente nuestra dicha, sólo se puede ser feliz a partir de los parámetros marcados por la sociedad, se trata simplemente de vivir por vivir o hay una razón mayor y más genuina que profundice en el ser y sus inquietudes, en el ser y su verdadera esencia?
Esta historia es la de un instante partido por la realidad que como un lobo les acecha y les acerca una y otra vez a la desdicha.
Esta novela corta dividida en cinco partes es una oda al amor imposible, en ella los olores, los aromas y otros elementos como la luna, los gatos y los tulipanes se vuelven un símbolo de esa imposibilidad.
En una fusión entre lo real, lo fantástico y el terror, el escritor Misael Rosete nos invita a reflexionar sobre lo que representa la existencia, nos hace cuestionarnos sobre el sentido de la vida, así como sobre lo que significa realmente la felicidad. También atiende al lado más oscuro de un individuo que ante la frustración, la ira y la tristeza se atreve a hacer cosas impensables. Cuáles son los límites de la maldad y la venganza, nos increpa el autor, y la respuesta es algo trágico en sí mismo porque al parecer no los hay. ¿De qué manera sobrellevar el dolor, cómo lidiar con la desilusión, cómo comprender que no todo siempre es como uno quisiera y que aun así se puede seguir adelante, tal vez un poco roto, pero con la capacidad para perdonar, aprender y extraer la enseñanza que la Vida nos pone delante? En estas páginas seremos testigos de los amores no correspondidos y, por tanto, imposibles. Y como Calabaza, el personaje masculino, nos convertiremos en “detectives de lo efímero”, sentiremos lo que es “arrojarse al vacío que produce el acto de vivir”. ¿Dónde hallar las respuestas? ¿En los libros?, ¿en los sueños?, ¿en la realidad?, ¿en los anhelos?
En este libro, que les recomiendo leer, hallaremos las dos versiones de la historia mediante un narrador omnisciente que interviene para hacer comentarios sobre lo que ocurre y sobre los personajes en sí, al tiempo que nos relata cómo experimenta su realidad y su sueño el personaje femenino y cómo lo hace el masculino.
Con el uso del recurso de la repetición consigue dar énfasis y fuerza al simbolismo de las escenas que se dibujan a la perfección en la imaginación del lector: “golpeó el cigarro y un poco de ceniza salió volando entre sus anillos morados, entre sus largas y relucientes uñas pintadas de un color que parecía sangre”.
También juega con la disposición y tamaño del texto, para insertarnos junto con los personajes en ese mundo onírico en donde tampoco se vive la plenitud, sino otro tipo de desconsuelo. Además, incluye una playlist/lista de reproducción para que esta acompañe nuestra lectura.
Cerró los ojos y, al abrirlos, de nuevo se halló dentro de la estación. […] aprisa caminó a la salida. Ya iba a llegar cuando al pasar junto a otra estatua se dio cuenta de que era la de la viejita con nariz fea. […] Quiso seguir de largo pero entonces los ojos de piedra voltearon a verla
Por todo lo anterior, les recomiendo leer Leontopodium, de Misael Rosete, una metáfora del amor puro y verdadero, pero imposible.
Columna: Ficcionalizarse en la memoria.