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Depósitos de papel, más que historias

Escrito por el 19/08/2022

Hace varios años que soy asidua visitante del depósito de papel que lleva por nombre El Peñón, ubicado en la calle de Héroes del 47 casi esquina con Tlalpan, en la alcaldía Coyoacán. Ahí encuentro libros de todo tipo, es decir, desde recetarios de cocina hasta libros religiosos. En lo personal yo voy en busca de libros de poesía, aunque muchas veces llego a comprar algunos de narrativa.

El local donde se encuentra este depósito de papel es un espacio pequeño y aunque así sea, a diario miles y miles de hojas circulan en un lugar cuyo objetivo primordial es el reciclaje con el que se logra la captación de fibras que tienen un alto impacto en el cuidado del medio ambiente.

Encuentros maravillosos

Así me lo dice don Arturo Alfaro, dueño de este depósito, quien agrega que aquí no sólo se encuentran historias y documentos, sino la forma de salvar al mundo a través del reciclaje de papel y otros materiales que la gente llega a vender a ese lugar. Al respecto, piensa en la guerra y sus consecuencias, en la desaparición de las fuentes de energía y en la desaparición de los satélites y por lo tanto del internet: «al menos nos van a quedar los libros”.

Él y su empleado Pablo Hernández, llevan ya 40 años dedicados a este oficio. Durante ese tiempo, en el ir y venir del papel se han encontrado con billetes antiguos, cartas de personajes famosos, timbres postales, testamentos, escrituras y un sin fin de objetos que la gente ya no quiere tener en su casa. Como es el caso de un cineasta que llegó a vender los archivos de su padre periodista, con el argumento de que necesitaba deshacerse de todo eso, incluso antes de llevarlo al depósito, pensó en quemar ese cúmulo de historias que un día fueron fuente de información.

Don Arturo se ha dado cuenta que una de las principales razones que la gente tiene de vender bibliotecas enteras es por los decesos de los dueños de las mismas y muchas veces los familiares no valoran los libros y los llevan a vender al kilo, que hoy en día se paga a tres pesos con cincuenta centavos. Otra razón es cuando la gente se muda de casa y no puede llevar consigo tantos libros y prefiere venderlos en el depósito.

Por su parte, Pablo Hernańdez, cuya tarea es separar y clasificar el papel, platica emocionado que ha  descubierto cartas de amor de estudiantes de secundaria y escritas a mano. Mientras que Arturo Alfaro agrega emocionado que un sobrino de la actriz mexicana Maricruz Olivier, fue a vender una serie de cachivaches de entre los cuales sobresalían las cartas de amor de la actriz, todas firmadas por una mujer, incluso había poemas y frases escritas en cajas de cerillos o en servilletas.

La filosofía de rescatar libros

Arturo Alfaro estudió en la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM y siempre que puede rescata los libros de filosofía y de historia del arte. También tiene en contenedores de plástico una gran variedad de libros infantiles, de religión, de cuento, de novela, de poesía, de ciencias, de derecho, entre muchos otros, y eso lo hace para dar la oportunidad de que el libro sea rescatado y cuando de plano un libro no sale, entonces ya lo envían junto con otro tipo de papel al reciclaje.

Sin duda, en los depósitos se llegan a encontrar grandes tesoros de papel, don Arturo, tiene la posibilidad de contar sobre algunos de ellos y orgulloso enfatiza que tiene timbres postales del año de 1890 e incluso cartas del presidente Porfirio Díaz.

Yo al menos, cada que puedo asistir a El Peñón, salgo con dos o tres joyas de la literatura, la más reciente y de la que luego hablaré en esta columna, es el libro Los hippies. Expresión de una crisis, de Margaret Randall.