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Nosferatu: la búsqueda de autenticidad

Escrito por el 14/02/2025

La reciente reinterpretación del clásico del cine mundial Nosferatu: una sinfonía de horror (1922) por parte de Robert Eggers ha demostrado ser una de esas películas que dejan un buen sabor de boca tanto en la audiencia como en la crítica. Curiosamente, pareciera que el único aspecto en el que no se alcanza un consenso es en la apariencia del Conde Orlok, el antagonista principal del filme.

La respuesta de Eggers es clara, en un esfuerzo por regresarle al vampiro un aura terrorífica era necesario volver a sus raíces. Lo que explica que este Orlok sea el cadáver viviente de un noble eslavo de los Cárpatos. Debido a esto me pareció oportuno explorar algunas de las fuentes originales del folclor vampírico y de paso averiguar lo que la ciencia nos dice en retrospectiva de algunos de estos eventos.

Antes de empezar cabe hacer un par de aclaraciones, pues aquello a lo que actualmente le llamamos “vampiro” es una construcción que se ha hecho primordialmente a través de obras de ficción, comenzando por la literatura germana del siglo XVIII, inglesa del XIX, pasando por el teatro, cine, televisión, videojuegos y actualmente les podemos encontrar presentes en cualquier tipo de arte. Es verdad que dichas obras comenzaron inspiradas por el folclor y leyendas de la región de los Balcanes, pero rápidamente desarrollaron su propia vida, introduciendo conceptos e ideas ausentes en las creencias tradicionales.

Otro punto importante es diferenciar aquellos mitos que en retrospectiva podemos hacer encajar en el concepto de vampiro, de aquellos que tuvieron que ver directamente con la invención actual de dicho ser. Ya que, aunque conocemos la descripción de demonios u otras criaturas hechas por civilizaciones tan antiguas como la Asiria, Babilonia o Persa, de manera similar a lo que hoy en día llamamos vampiros, estos no fueron la inspiración directa para ellos, es solamente en retrospectiva que les consideramos un antecedente. Algo similar a la manera en que autores anglosajones modernos identifican a Quetzalcóatl, en su forma de serpiente emplumada, como un dragón.

Me parece que un buen punto de inicio para el estudio de la construcción actual del vampiro es la palabra en sí, pues aunque su origen exacto nos es incierto, pareciera que “vampiro” viene ya sea de las lenguas eslavas, turcas o del encuentro entre estas, ya sea de upyri (ruso antiguo, deidad pagana que se seguía venerando hasta el siglo trece) o de uber (del turco, refiriéndose a una bruja). вампир (vampir), que se registra primero en serbio durante el siglo dieciocho, luego hace su aparición en alemán, posteriormente en francés, latín e inglés, escribiéndose precisamente en reportes sobre brotes de vampirismo en Serbia.

Sava Savanović, uno de los vampiros más famosos del folklore serbio.

Dichos reportes fueron dados a conocer a lo largo de Europa gracias a periódicos y otras publicaciones, primero dentro del Imperio Austrohungaro, que fue donde ocurrieron los hechos narrados y después en el resto del continente. Hasta donde tenemos registro, dos de los casos más sonados fueron los del campesino Petar Blagojević y el miliciano Arnold Paole, en ambos casos las autoridades imperiales se involucraron, dejando los antes mencionados registros, no como un recuento de leyendas o folclor local, sino como una declaración oficial de hechos.

En el caso de Blagojević, tras su muerte en 1725, ocurrieron una serie de decesos, despertando la sospecha y el horror entre los habitantes de la aldea donde había vivido. Se afirma que todos los aldeanos que habían enfermado y muerto repentinamente, compartieron la misma historia mientras yacían moribundos: durante la noche previa habían sido estrangulados en su cama por Blagojević, a lo cual le había seguido una rápida enfermedad y muerte al día siguiente.

También hay registros de Blagojević visitando a su familia, al parecer había visitado a su viuda y le había pedido sus zapatos, aterrada la mujer prefirió mudarse a otra aldea. También se afirma que Blagojević regresó a su casa exigiendo comida a su hijo, cuando este se negó, fue asesinado por Blagojević.

Los aldeanos acudieron ante las autoridades locales, tanto imperiales como eclesiásticas, para exigir acción inmediata. Decidieron exhumar el cuerpo para examinarlo en busca de signos de vampirismo y se afirma que de hecho los encontraron, pues al parecer el cuerpo presentaba total ausencia de descomposición, se encontraba regordete, con sangre saliendo de la boca y con el cabello, barba y uñas crecidos. Se procedió a clavar una estaca en el corazón del cadáver, lo que al parecer perturbó lo suficiente al cuerpo como para provocar que la sangre fluyera por la boca y oídos, finalmente se decidió quemar el cadáver para estar seguros.

La razón por la que se registró este incidente fue el deslinde de responsabilidades, ya que el provisor imperial local no tenía la autoridad para exhumar un cadáver, pero anota que el pueblo se había convertido en una turba, fuera de sí por el miedo, habían amenazado con abandonar sus hogares, dejando la aldea vacía si no se tomaban cartas en el asunto.

Al año siguiente, el caso de Arnold Paole surge con muchas similitudes al que acabamos de revisar. Un muerto que es visto regresar y que provoca una serie de muertes inexplicables, los lugareños exigiendo el actuar de las autoridades, quienes al desenterrar el cadáver confirman los signos de vampirismo. Incluso detalles como el estrangulamiento de las víctimas durante la noche concuerdan en ambos casos.

Un primer hecho que rescato de estos reportes es que la descripción de los cuerpos encontrados con signos de vampirismo corresponde con lo que hoy en día sabemos ocurre durante la descomposición humana: la acumulación de gases por la descomposición de los órganos internos puede hacer parecer “regordete” al cuerpo, al retraerse la piel puede aparentar que el pelo y las uñas han crecido, el líquido resultante de la licuefacción de los órganos internos puede asemejar sangre líquida. Quien haya visitado el recinto de las “momias” de Guanajuato, sabrá que los cadáveres pueden llegar a conservarse incluso si no era esa la intención al momento del entierro. Las condiciones del suelo, la temperatura y los materiales del ataúd, todos son aspectos que juegan un rol en la conservación o desintegración de los restos humanos.

El otro fenómeno interesante es el de la histeria colectiva, pues en ambos casos quienes visitan a los vivos no parecen ser literalmente cadáveres vivientes, sino fantasmas o proyecciones astrales. Además, las muertes repentinas que alzaron las alarmas entre los pobladores no eran necesariamente muertes inexplicables. De hecho, en el caso de Arnold Paole las autoridades médicas fueron llamadas, temiendo una posible epidemia, sin embargo no se vieron signos de enfermedades contagiosas, identificando a las condiciones de marginación e insalubridad como las causas principales de los decesos. Ya que los cuerpos no salen de sus tumbas ni tampoco despiertan al ser desenterrados y mucho menos tienen la capacidad de defenderse de quienes acaban con su existencia, la evidencia apunta a un fenómeno de pánico de masas.

Este horror ante la muerte, lo inexplicable y nuestra incapacidad para controlar el destino, es lo que podría ser rescatado si queremos una obra de ficción que retrate de manera “auténtica” el origen del vampiro. En este caso la autenticidad no viene de la apariencia física, el idioma o el vestuario, por lo tanto ¿la obra de Eggers logra esa anhelada autenticidad? Creo que es mejor que cada quién lo decida por sí mismo.

Para quien esté más interesado en el tema puede consultar:


BARBER, P. (2010). Vampires, Burial, and Death: Folklore and Reality. Yale University Press. http://www.jstor.org/stable/j.ctt1nq6gm


Jon, Allan. (2001). From Nosteratu to Von Carstein: shifts in the portrayal of vampires. Australian Folklore: A Yearly Journal of Folklore Studies. 16. 97-106.


Jon, Allan. (2003). Vampire Evolution. mETAphor. 19-23.

Columna: Transpoiética