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Las arenas antes de la media luna (parte 2)

Escrito por el 04/04/2023

Algunos versos del tiempo preislámico (Segunda parte)

Toda producción estética tiene su base en los acontecimientos históricos y por lo tanto la materialidad de la sociedad en la que surge, de este modo si leemos un poema de amor (por poner un ejemplo) hecho por un autor de la antigüedad, por uno del s. XVII y por un escritor contemporáneo; a pesar de que la emoción pueda ser similar o la misma, el aparato ideológico en el que cada uno se expresa, tendrá diferencias.

Toda tradición poética hunde sus raíces en la oralidad, y es en ese o esos periodos que la poesía va armando su propio aparato literario íntimamente ligados a la ideología dominante del momento. En el caso de la poesía preislámica árabe, la tradición oral fue tan importante que a pesar de que se conservaron los nombres de varios autores, la adjudicación de muchos de los trabajos han sido cuestionadas desde tiempo remoto, haciendo difícil la distinción entre historia y leyenda o tradición.

Lo mismo que una carreta que de un desarrollo tecnológico relativamente sencillo evolucionó en el automóvil, la poiésis que puede hablar del  encuentro amoroso en un parque o el hotel de una ciudad, o de la guerra a través de drones y ojos electrónicos, en algún momento habló de viajes en condiciones mucho más rústicas cómo el transporte a caballo, en camello o a pie,  de la lucha armada a través de la espada o del trabajo no remunerado de un esclavo.

El poeta ‘Antara fue hijo de una esclava negra procedente de lo que hoy es Etiopía, por lo que fue un poeta afrodescendiente, famoso por su vida llena de arrojó y aventura en la que se ganó su libertad debido al valor mostrado en batalla. Por el hecho de ser mulato se le consideraba entre los “cuervos de los árabes”.

En su poesía ‘Antara, hace descripción de luchas y batallas con gran detalle, así como de la heroicidad mostrada en la contienda; de alguna manera es antecedente de la literatura caballeresca tan propia del medioevo europeo.

Los siguientes versos son de un poema de nombre “Abrazo” (trad de Josefina Veglison) en el que ‘Antara da muestras de la pasión por el ser amado en medio del dolor de las heridas infringidas por las armas:

“Te recordé cuando las lanzas bebían de mi

chorreando de sangre sus blancos filos.

Y las abracé porque brillaban como tú boca al sonreír”.

De este autor se sabe que sufrió el rechazo de su padre y de su tribu por su origen africano y que estuvo enamorado de su prima la cual se llamó ‘Abla. Gracias a su habilidad y valor en el arte bélico, ganó tanto el derecho a desposar a su prima como el reconocimiento de su tribu. Su vida dio origen a una leyenda de nombre Sīrat ‘Antar o “El romance de ‘Antar.”

El siguiente fragmento del poema ¡Habla, oh morada de ‘Abla en el valle de Djiwa! (trad francesa René R. Khawam) podemos apreciar el tono elegíaco de un guerrero ante la ausencia de la mujer amada:

“¿Acaso los poetas han dejado remendado hábito?

¿Has visto la casa, con harapos cubierta?

 

En vano has interrogado a los maquillados rostros,

y todo cuanto responden, es como un sordo extranjero.

 

Por largo tiempo he tenido a mi camello encarcelado

y ante ellos me quejo por mi bebida de calabaza.

 

¡Habla, oh morada de ‘Abla, en el valle de Djiwa!

¡Buenos días oh morada de ‘Abla, y de la prosperidad!

 

Morada donde vivía  la frescura una tierna chica,

con el dócil ojo del abraso, y exquisita sonrisa.

 

Es allá que mi camello detuve, así arrogante

como un muro, por la necesidad de mi pasado alargar.”

En los tiempos de la Arabia preislámica se llevaba a cabo justas poéticas de manera periódica, esto en los meses sagrados de tregua, siendo la más destacada la que se realizaba en la ciudad de ‘Ukāz cercana a la Meca. El premio en el festival que se celebraba en esa ciudad era colgar el poema de los celos del templo de la Ka’aba escrito en letras de oro, por lo que los poemas ganadores se conocen como “colgadas” o mu’allaqāt en lengua árabe, siendo también conocidos como “doradas” o mudahhabāt. En un principio la transmisión de los trabajos de los ganadores de dicho certamen como lo fue ‘Antara (cuyos mu’allaqāt son los que tienen un sentido más bélico) dependieron de los rāwī es decir de transmisores orales.

A finales del s. VIII los diversos mu’allaqāt transmitidos mediante la tradición oral fueron recopilados de manera escrita por Hammād al-Rāwiya. Uno de los poetas que fueron recopilados fue Labīd Ibn Rabī’a, al cual se le cuenta entre los autores que vivieron antes y después del surgimiento del islam y que por lo tanto se les conoce como mujadramūn o híbridos. La poesía de Labīd tiene un carácter que se aproxima más a lo filosófico centrándose en la brevedad de la vida y de las cosas, mostrándonos una suerte de Memento mori:

“No somos más que vestimentas gastadas, y las estrellas,

la noche, el horizonte, no se consumen,

y por mucho tiempo después de nosotros, permanecen las montañas y las rocas,

así como las fortalezas y palacios que hemos construido.

 

 Bajo la protección de un rico vecino estuve

en quien la opulencia era próxima a tesoros;

en un instante me echó,

prefiriendo a mí presencia un beneficio de color ceniza.

 

Acaso no te angustia, cualquier día ver al tiempo

poner una infranqueable barrera entre nosotros.

Pues en este mundo, es de todo hombre su suerte

el recibir sobre si, del infortunio, el implacable golpe.

 

En esta vida los hombres, no son mas que invitados

que durante una etapa bajan a un atascado refugio,

y permanecen por un día para en el mañana irse hartos,

y los lugares se vuelven, tierras baldías.

 

El hombre no es más que un brillante meteoro,

cuya fugitiva luz destella por un instante

para totalmente desaparecer al devenir ceniza,

incluso si su presencia ha iluminado la tierra entera”.

En la última estrofa es clara la posición del poeta ante el destino, el cual es el mismo para todos, sea el hombre un harapiento vagabundo o el artista más prolífico en tanto que puede marcar una época a través de su obra, o el más opulento empresario con negocios aquí y allá y acciones en bolsa; el destino de todos es desaparecer como la ceniza en la arena, y la naturaleza en toda su magnificencia, permanecerá como el mudo testigo de acontecimientos que pertenecerán a los anales del olvido.

En su libro “La Poesía Árabe Clásica” Josefina Veglison Elías de Molins nos habla de algunos autores que están fuera del canon de los mu’allaqāt que se tratan de los poetas bandoleros o sa’alik en lengua árabe los cuales vivieron al margen de la sociedad de su tiempo siendo verdaderos outlaws que practicaban el robo pero también la generosidad con las clases sociales más pobres, siendo partícipes de un código de ética que llevó la ruptura social a la ruptura literaria. Temas como el amor son poco tratados en la producción de estos outsiders, centrándose más en tópicos como el arrojo, la moral e incluso un temprano nacionalismo árabe como es el caso del Lāmiyyat al-‘arab o poema de los árabes en rima lām escrito por Šanfarà, nombre que quiere decir “el de los labios carnosos” y que según una leyenda juró matar a cien individuos de una tribu llamada Banū Salamān de los que solo pudo asesinar a noventa y nueve, se dice que cumplió su juramento después de morir, cuando uno de los miembros de la citada tribu murió después de la infección contraída debido a la herida tras patear el cráneo del poeta quien pidió que su cadáver fuera dejado a la intemperie; he aquí algunos de sus versos del ya citado poema de los árabes:

“Se encerrar el hambre en los recovecos de mis entrañas

al igual que la experta hiladora retiene firmemente en la mano

los hilos que sus dedos retuercen.

 

Cuando quejarse no sirve de nada,

la paciencia es de lejos preferible.

 

Debes saber que soy un hombre consagrado a la paciencia.

Bajo mi armadura escondo un corazón de león

y la firmeza me hace las veces de sandalias.»

El contraste de un poeta que vive en la marginalidad es claro, no muestra nostalgias de personas o placer porque ya participado poco de los placeres sensuales, no muestra nostalgia de la aldea abandonada porque no tiene tiempo de generar nostalgia, en cambio canta a su estoicismo capaz de engañar el hambre así como de mantener el silencio mientras el alimento de su espíritu está hecho de paciencia.