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La generación “de cristal” que derribó la barrera del Palacio Nacional

Escrito por el 16/11/2025

Las paredes nunca parecieron tan frágiles. Frente a Palacio Nacional, los jóvenes de la autodenominada Generación Z lograron lo simbólico y lo real: derribaron la valla metálica, y con ella, un gesto de hartazgo que trasciende lo estético. Pero, ¿En verdad algo cambió?

La movilización inició horas antes, desde el Ángel de la Independencia.

Según la Secretaría de Seguridad Ciudadana de la Ciudad de México, 17 mil personas respondieron al llamado: exigir acción contra la violencia, la corrupción y la impunidad, con el reciente asesinato del alcalde Carlos Manzo como uno de los detonantes principales.

El recorrido avanzó entre consignas que desbordaban frustración:

“¡Fuera Morena!”, “¡Fuera Claudia!”, “Este gobierno no me representa”, ¡“Fuera presidenta!”, mezcladas con banderas pirata de One Piece, símbolo nostálgico y rebelde de una generación que usa la cultura pop para exigir justicia.

No fue una marcha solo de jóvenes; boomers, millennials y la generación X caminaron junto a ellos. Una generación llamada “desinteresada” se pronunció cuando otras habían callado. Era un coro intergeneracional que, por primera vez en mucho tiempo, marchaba juntos, al unísono, al ritmo de sus hijos.

En el trayecto, una mujer —mamá de dos jóvenes que iban adelante— me dijo:

“Es momento de que ellos despertaran e hicieran lo que nuestra generación se cayó. No somos bots, ni de un partido político, somos solo un país”.

A unos metros, un señor con rabia contenida:

“Vengo con toda mi familia, estamos cansados. Presidenta, has mentido, has engañado, has dado tantos discursos falsos… y te esperamos a que salgas y des la cara”.

Pero Claudia Sheinbaum no salió.

Ni apareció.

Ni dio señales.

La marcha avanzó hacia una puerta de Palacio Nacional que no tenía a nadie dentro que quisiera escuchar.

La tensión y la ruptura

Cayó la tarde y el ambiente se tensó. El trayecto final se convirtió en un campo de confrontación: empujones, gas, heridos.

El polvo se levantó y encapsuló a un pueblo que, aun con los ojos llorosos, siguió gritando para ser escuchado. El eco de los golpes contra las vallas precedió a la sangre: 20 civiles heridos, 100 policías lesionados, 40 detenidos, según la SSC.

Entre el caos, algo inesperado ocurrió: policías jóvenes estrechaban la mano de manifestantes de su misma edad.

Una escena inimaginable en un país acostumbrado a ver a sus hijos enfrentarse entre sí.

Un chico que viajó desde Pachuca me explicó:

“Ellos no están tirando petardos, para que no digan que nosotros somos los provocadores. Los partidos siempre van a querer usar las causas justas para sí mismos, pero no podemos desmotivarnos. Somos Generación Z y peleamos por algo justo: seguridad, salud, educación. Y también marchamos por el primero que alzó la voz contra el crimen organizado… ya ven lo que pasó”.

A la distancia, un hombre con el rostro rojo por la indignación resumió el espíritu del día:

“No soy generación Z, soy generación harta. Y si nuestros jóvenes hacen algo y nosotros los apoyamos, algo bueno saldrá de esto”.

La caída

Fue entonces cuando el bloque negro, usando martillos, cadenas y objetos contundentes, golpeó la valla hasta derribarla.

El Zócalo entero estalló en un grito que rebasó la plaza: un grito contra el miedo, contra la violencia normalizada, contra un gobierno que no escucha, contra un país que pedía paciencia mientras se incendiaba todo.

La caída del muro fue tanto física como simbólica.

Una barrera que no solo protegía un edificio, sino una forma de gobernar.

Dicen que la Generación Z es apática, que “no le interesa la política”, que “vive en el celular”. Pero anoche, frente al Palacio Nacional, esos mismos jóvenes empujaron una valla hasta el suelo mientras el país los miraba recuperar una rabia que les negaron durante años.

Lo que es claro es que esa tarde la generación más subestimada del país no se quedó en casa.

Esa tarde hablaron. Esa tarde empujaron. 

Ayer el país sangró, lloró, se abrazó.

Y sí: algo cambió.

México vio a su futuro derribar un muro.

La duda es si quienes gobiernan tendrán el valor —o la humildad— de escucharlos.

Fotografías por Evelyn Rico, Abel Noriega y Javier Lether.