Columnas

Hábitat

Escrito por Cole Tirado el 28/05/2023

Sirenas, frenones, gritos, la velocidad del metro, la prisa de la vida, el eco y el bombardeo de los ruidos de esta jungla asfaltada.

Las subidas y las bajadas de los caminantes de las combis, el cuate que vende aguas y que solo le entiendo: – doce pesos le vale -.

En el intento de separar cada sonido llega esa necesidad de no escuchar nada, mirar la escena con mute.

Hombres con cascos y chalecos, el poli haciendo pancho para estacionar su cuatrimoto y sentarse en el puesto de las quecas pa´comer.

Aquel ceño fruncido de las gentes por el humo de los automóviles, el don con su tos de tuberculoso que casi se le salen los pulmones.

La señora comiendo papas en el asiento del vagón del metro; empujones, arrimones, mentadas de madre por un espacio donde no hay espacio.

Los pies me duelen en las paradas de los camiones, las rutas son un caos; el valedor taloneándome para curársela, el otro preguntándome si por este lado llega a Gran sur.

Costales de papas, naranjas, jícamas, el camión de la basura sonando la campana a las ocho de la mañana, el cilindrero tocando a las once de la noche.

El calorón, el fríazo, el aironazo , el tormentón, la queja, el llanto, el emputamiento y veinte baros en el bolsillo.

Un taquito pa´la hambre, un refresquito pa´la sed, el boleto del metro, la tarjeta de la leche, los morros chillones. ¡El gaaaasss! ¡El paaaan! ¡El aaaguuuuaaa! ¡Fieerrooos viieejoosss que vendaaan!