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Alrededor de la Fogata

Escrito por el 16/11/2023

Breve recuento de Poesía entre algunos Pueblos Ágrafos

En nuestro mundo contemporáneo en el que la lectura es una actividad cada vez menos practicada, es por el contrario, cada vez más común ver series en alguna de las varias plataformas digitales a disposición, lo que ha permeado no solo el tiempo libre destinado al ocio sino la conversación. En donde antes se hablaba del evento deportivo o de la anécdota personal, ahora en la charla, la recomendación, y hasta los posibles debates, son acerca de tal o cuál serie de streaming.

A pesar de que las formas han cambiado, en el fondo, o al menos para muchas cosas, no somos muy diferentes de los seres humanos que vivieron antes de que surgieran las primeras fuentes escritas.

Por otro lado no podemos olvidar que la palabra antecedió a toda escritura, aún los textos más antiguos que conocemos, tienen ondas raíces en lo que es la tradición oral, que es en donde surge desde los mitos y por lo tanto las más rudimentarias formas de tradición.

Del mismo modo en que nos reunimos y platicamos de nuestro día a día, alguna vez nos reunimos en cavernas o al aire libre para hablar del día a día en los tiempos  en los que no había ciudades, en los que dependíamos totalmente de la cacería y la pesca para nuestro sustento, de leyes cuyos misterios apenas empezábamos a develar.

Dice el poeta búlgaro Nikolai Kantchev en su poema “Simplicidad” que los antiguos no tenían libros pero sabían leer en las estrellas. Podemos imaginar un mundo en el que cada acontecimiento de la naturaleza, más allá de lo mágico y prodigioso que pudiera parecer ante la mente de personas de una sociedad arcaica, podía ser percibido como un mensaje a interpretar, hecho que Herman Hesse narra en su relato “El Hacedor de Lluvia” en el que el personaje se dedica a interpretar los signos de la naturaleza para predecir la lluvia sequías y otro tipo de fenómenos.

En ese proceso de observación había algunos hechos como el recorrido del Sol al salir por el este y ocultarse por el oeste, lo cual lleva a una relación directa con el día y la noche; asimismo las fases de la luna se completan aproximadamente cada 28 o 29 días y en algunas latitudes las estaciones del año son muy marcadas, incluso en algunos es posible distinguir entre una estación húmeda y una estación seca.

En esta observación a la vez que integración con su medio, el ser humano conoció las diversas especies animales y vegetales y en este proceso encontró que no solamente se podían encontrar las recurrencias en el firmamento o en el clima sino que los animales tienen ciclos migratorios y que inclusive las aves emiten sonidos en los que podemos hallar ritmo y melodía.

Dentro de esta dinámica en la que las sociedades de cazadores y recolectores tenían momentos dedicados a la contemplación, el ser humano encontró que las recurrencias y los ritmos también son parte del lenguaje hablado y es en esa época inmemorial cuando al final del día, alrededor de la fogata, nuestros ancestros se reunían para contar historias.

De entre esas narraciones sobre la casa, los fenómenos del cielo o los encuentros con tribus vecinas, empezaron a surgir los cantos que dieron voz a los ritmos del trabajo, a los rituales y a las aventuras de los primeros héroes.

En su libro “Literatura Universal”, el escritor estridentista Arqueles Vela, cita el siguiente canto africano:

          “ Ma Iaku – columnas del patio, si –

          Ore a ela kxosi – nosotros construimos –

          Re’ a ela kxosi – para el caudillo –

          Ma Iaku kxoro – columnas del patio – “

Sobre estos versos, posiblemente en lengua bantú, podemos decir que están íntimamente ligados al trabajo desempeñado bajo las órdenes de un rey o jefe. En este caso los constructores no solo son los obreros que llevan a cabo una labor dentro de su sociedad sino que al cantar, al producir un ritmo, no solo hacen de su trabajo una tarea menos pesada y ardua, sino que son productores de Arte y por lo tanto creadores o continuadores de una tradición dentro de su sociedad.

Recordemos un poco cuando hemos salido al bosque  a la montaña o al desierto durante la noche; al ver las estrellas, es decir, la inmensidad del cosmos, aunado a lo desconocido de la naturaleza ante nuestros ojos, somos conscientes de nuestra pequeñez y por lo tanto nos llega una sensación de ser tan solo una mota de polvo ante lo inconmensurable, cosa que nos puede dar un sentimiento tanto de paz como de temor.

En el siguiente hechizo, procedente de los iroqueses del actual Quebec, citado por el poeta colombiano Jorge Zalamea en su magnífico libro “La Poesía Ignorada y Olvidada”, es posible notar esa sensación de miedo ante las tinieblas del cielo nocturno:

              “¡En la oscuridad esperamos!

                ¡Que vengan todos los oyentes

                y nos ayuden en el viaje nocturno!

                Ningún sol brilla ahora

                ninguna estrella luce ahora.

                Que vengan y nos muestren el camino,

                pues la noche se ha hecho inamistosa.

                Cierra sus párpados la noche.

                Nos ha olvidado la luna.

                Y esperamos en la oscuridad.

Queda patente el temor hacia las potencias de la naturaleza bajo el manto nocturno, podemos conjeturar el temor ante lo que se ve, pero principalmente ante lo que no se ve. El anónimo cantor – hechicero iroqués, pide ayuda para ver el camino, en un ambiente hostil en el que las luminarias del cielo parecen haberse alejado. El cantor pide ayuda para llegar a ver la luz del día.

En las sociedades que practican este tipo de intercambio, existen ciertos rituales y ceremoniales alrededor del Kula, muchos de ellos relacionados a los peligrosos viajes en los waga o canoas, necesarios para el intercambio. A continuación reproducimos un  fragmento de un conjuro wayugo, recitado antes de emprender dichas expediciones:

 

            Kala bosisi’ula, kala bomwalela.

            Papapa, silubida, monogakalava,

            Tubugu Kalabotawosi, Tabugu Kwaysa’i,

            Tabugu Pulupolu, Tabugo Semkuku,

            Tubugu Kabatuwayaga, Tubugu Ugwaboda,

            Tubugu Kitava, Bulumava’u Nawabudoga,

            kaykapwapu Mogilawota.

            Kusilase onikota, bukwa’u’i kambu’a

.           Kwawoyse bisalena Kaykudayuri

            Kusaylase adabana Teula.

            Basivila basibilake’i Kitava miTo’uru,

            Nagayne isipukayse girina Kaykudayuri.

            Kumwan dabem Siyaygana, bukoyova.

            Bakabima kaykabila, bakipatuma yogwayogula

            Baterera adabana Kuyawa.

En este u’ula o inicio del conjuro notamos algunos recursos como la repetición, alguna rima atonal y la alteración especialmente de la “k”, lo cual desde luego puede estar íntimamente ligados a la lengua de origen. Por otro lado debemos ser cuidadosos al querer observar o analizar fenómenos de culturas tan distintas a las occidentales a partir de nuestras categorías, sin embargo es podemos decir que hay una estructura que permite no solo la narración sino recursos mnemotécnicos para facilitar la transmisión oral. Debemos mencionar que el conjuro citado por Malinowski procede de Kopila, una aldea de Sinaketa, región de la isla de Kiriwina en las Trobriand, en la actual Papúa Nueva Guinea. A continuación ofrecemos la traducción:

       “Su comida ritual de pescado, su interior tabú.

       Flameo, betel, dejar atrás.

       Abuelo Kalabotawosi, abuelo Kwaysa’i,

       abuelo Pulupolu, abuelo Semkuku,

       abuelo Kabatuwayaga, abuelo Ugwaboda,

       abuelo Kitava, espíritu reciente Nawabudoga,

       predecesor inmediato Mogilawota.

       Te sientas en la canoa puesta,

       mascas tu nuez de areca.

       Coges su banderola de pandanos de Kaykudayuri,

       la colocas en la cima de Teula.

       Podría volverme, podría volverme, hacia Kitava,

       tu Touru, tu brazo de mar Pilolu.

       Hoy alumbran los fuegos festivos de Kaykudayuri.

       Te ciñes tu falda Siyaygana, vuelas.

       Podría empuñar el mango de la azuela,

       podría agarrar fuerte los palos que la componen.

       Podría volar a la cima de Kuyawa.

En los primeros versos encontramos una invocación a los antepasados lo cual nos habla de la importancia de estos en el universo simbólico de los trobriandeses al ser invocados ellos en primer lugar, antes de una deidad o espíritu.

Kaykudayuri quiere decir “la embarcación de Kudayuri”, es decir una mítica embarcación voladora de tiempos remotos, y el pedir que se coloquen las banderolas de pandano, es una invitación a los espíritus de los antepasados para que acompañen al navío en el viaje.

Lo mismo que en nuestra poesía contemporánea, en este texto de carácter mágico hay un vocabulario especial que no es el mismo del día a día. En este caso las palabra silubida es una variación de lilobida o betel que se usa solo para las ceremonias de carácter mágico – religioso, caso similar al de monagakalava que significa “dejar atrás” utilizada solo en conjuros. Asimismo Kitava es el lugar mítico en donde de acuerdo a los mitos locales, se origino la magia.

Decía el poeta estadounidense William Carlos Williams que “hay que arrastrar la musa a la cocina”, con lo que afirmaba que la Poesía debía tocar los temas de la vida cotidiana. En nuestros autores contemporáneos encontramos temas como la ciudad, critica social, la fiesta, la borrachera, el fútbol, con lo que queremos decir que queriéndolo o no, el autor refleja su mundo material, del mismo modo que por medio de un hechizo o conjuro, nuestro mago trobriandés refleja un viaje que forma parte de las instituciones económicas y sociales en las que se desenvuelve.

Del mismo modo en que el mago isleño hace uso de la palabra en su ceremonias de tipo mágico – religioso para propiciar un viaje venturoso a los integrantes de la expedición del Kula, Mircea Eliade en su trabajo “El Chamanismo y las Técnicas Arcaicas del Éxtasis” nos habla del kam o chamán altaico, invoca al ave mítica Märküt en el ritual de ascenso a la región de la deidad celeste Bai Ulgän:

             “Ave celeste, los cinco Märküt,

               con vuestras poderosas garras de bronce

               las garras de la Luna son de cobre

               y el pico de la Luna es de hielo;

               poderoso es el batir de tus largas alas,

               tu larga cola se parece a un abanico,

               tu ala izquierda oculta la Luna,

               tu ala izquierda oculta al Sol.

              ¡Tu, madre de las nueve águilas,

              vuelas sin perderte sobre Yaik,

              no te sientes cansada sobre Edil!

              ¡Acércate, jugando, a mi ojo derecho

              pósate en mi hombro derecho!…”

En este caso, más allá de la función extática del kam, al buscar experimentar una visión que lo lleve a las regiones descritas en sus mitos, debemos hacer notar la gran belleza de las imágenes del canto en el cual se describe al Märküt en base a los principales astros que podemos observar a simple vista que son el sol y la luna. Es decir, se considera a esta ave tan grandiosa que no es suficiente con los elementos terrestres sino que se recurre a elementos más allá de la atmósfera en un ejercicio hiperbólico que puede reforzar la sensación de pequeñez, no solo ante la naturaleza sino ante los seres sobrenaturales.

Finalmente hablemos de la muerte, de los pocos fenómenos ante el que todos somos iguales, y recurramos de nuevo a Zalamea quien en su ya mencionado texto, cita un canto fúnebre a dos voces de los pigmeos de África ecuatorial:

         “La bestia corre, pasa, muere. Y es el gran frío.

           Es el gran frío de la noche. Son las tinieblas.

 

           El pájaro vuela, pasa, muere. Y es el gran frío.

           Es el gran frío de la noche. Son las tinieblas.

           El pez huye, pasa, muere. Y es el gran frío.

           Es el gran frío de la noche. Son las tinieblas.   

 

           El hombre come y duerme. Y muere. Y es el gran frío.

           Es el gran frío de la noche. Son las tinieblas.

 

           Y el cielo se aclara, se apagan los ojos, resplandece la estrella.

           El frío está abajo, la luz arriba.

 

           Muere el hombre, desaparece la sombra, ¡libre está el prisionero!”

Llama la atención que ante un hecho como la muerte, no se haga mención de la trascendencia del alma o el espíritu hacia una región de ultratumba, sino que a partir de los ciclos vitales de algunos animales, se describe el fenómeno imprimiéndole dramatismo a través de un estribillo, por medio del cual el protagonista  es decir, el ser humano pasa a ser un elemento más de la naturaleza que para michas cosas no es distinto de la bestia, el pez o el pájaro, pero cuya conciencia y canto le permite vislumbrar la luz, la estrella y su liberación de duras condiciones de vida en la que su cuerpo dejará de proyectar una sombra.

Como podemos ver a través de este breve texto, la Poesía es y ha sido compañera y guardiana de la palabra en diferentes contextos materiales y posiblemente sin esta, no habría sido posible dar a los fenómenos de la naturaleza, en principio difíciles de comprender en el contexto de una mentalidad arcaica, un ropaje espiritual o metafísico, en muchos momentos y en principio, necesario para la supervivencia del grupo o comunidad.

Columna: Glifo de Nube