
El último día de julio, la Cineteca Nacional del CENART brindó una función gratuita para disfrutar del documental “Seguir siendo”, largometraje que aborda la trayectoria y la intimidad de la mítica banda mexicana “Café Tacuba”. No se trata desde luego de un estreno, sino de la reproducción de una película del 2010, dirigida por Ernesto Contreras y J.M. Cravioto. La función mantuvo la sala llena y se realizó bajo un ciclo que liga música, bandas de rock y cine. Los comentarios finales fueron cortesía del blusero Enrique Rentería, y del escritor y periodista Leo Mendoza. Los protagonistas de la cinta, por supuesto, fueron los miembros del magnífico grupo originario de Ciudad Satélite: Rubén Albarrán, Emmanuel del Real, Joselo Rangel y Enrique Rangel.

¿Cómo se puede describir lo vivido? Como una nostalgia colectiva. Feliz, ingenua, humana. Se puede argumentar que “los cafetos” forman parte del pasado, que son arqueología musical dentro del rock y otros movimientos derivados de las últimas décadas. Nada sería más verídico. “Café Tacuba” no está de moda en este hermoso y caótico país, no está del todo vigente a pesar de haberse sostenido durante 35 años. Sin embargo, y ello a su vez es innegable, se constituye como parte de la memoria musical de, al menos, dos generaciones, como pude atestiguarlo en la sala de cine. Por una parte, están los “chavo-rucos” que vivieron intensamente la época del rock en español de los noventa y, por otro lado, los hijos de esa generación, quienes conocen bien a la banda, aunque al parecer prefieren las canciones de sus últimos álbumes -las cantaban, incluso, en voz baja-.

El documental de Contreras y Cravioto es un testimonio de los viajes, de las giras constantes del grupo por Sudamérica, Estados Unidos y alguno que otro país. Se menciona el origen de estos “satelucos” de corazón, y el cómo pasaron un año entero sin entrar a clases (a la UAM) con la ilusión de formar un grupo, donde reconocen, en algunos extractos del largometraje, que no sabían bien lo que hacían al inicio de su carrera.
Durante una hora con dieciocho minutos aparecen, ante nuestros ojos y nuestros oídos a través de su discografía, fragmentos de canciones que van desde Café Tacvba (1992), pasando por Re (1994), Avalancha de éxitos (1996), Revés/Yo soy (1999), Cuatro Caminos (2003), Sino (2007), y El objeto antes llamado disco (2012), hasta llegar a Jei Beibi (2017).

El largometraje nos deja conocer el lado humano de los integrantes, de “Rubén Albarrán y los tiesos”, como se refiere al colectivo Joselo, de forma sincera y desenfadada, dentro de la peli ¿Cuál es el secreto para que esta banda haya permanecido durante tanto tiempo? Es un misterio. Sin embargo, en este trabajo de Contreras y Cravioto es posible asomar, de vez en cuando, a dicha situación. Lo que es una verdadera fiesta es el seguimiento del viaje que realizan “los tacubos” a Japón, en 2007, donde actúan para la princesa Hitachi, y se sorprenden ante un japonés, ubicado en las primeras filas, que conoce la letra de todas sus canciones.
También es posible vislumbrar el genial y creativo trabajo de uno de los hombres más determinantes en la evolución de la realización y producción musical latinoamericana e internacional, incluso dentro del cine. Hablamos del argentino Gustavo Santaolalla. Es impresionante ver la pasión, el entusiasmo y los logros con los que trabajó Santaolalla para “Café Tacuba” (lo que incluso permitió al grupo obtener un Grammy). Ha hecho arreglos insuperables…
Por otra parte hay ligeros paneos, dentro del film, del incomparable cantante de “Los tres” de Chile, Álvaro Henríquez, del que “los cafetos” hicieron varios grandes covers, como “Olor a gas” y “Déjate caer”, así como del ya fallecido y nunca igualado Gustavo Cerati. Es de resaltar cómo, tanto Santaolalla como otros productores entrevistados, mencionan que “Café Tacuba” es probablemente una de las mejores bandas de todos los tiempos dentro de la historia del rock internacional, a la altura de U2 o Radiohead, en palabras de ellos, y que lo único que les impidió demostrarlo con mayor amplitud fue el idioma, el hecho de cantar en español y no en inglés.

“Café Tacuba” es una banda única, capaz de fusionar la música popular mexicana con lo electrónico, capaz de reactualizar los covers comerciales sin temor y sin mercantilismo. El documental es ágil, entretenido, interesante. Al final, la película se convierte en un viaje alucinante en compañía del “pinche Juan”, de “Cosme” o “el Gallo Gasss” o “Rita Cantalagua”, como quieran nombrar al vocalista que, sin camisa, se lanza hacia el público para ser cargado por muchas manos. Una peli muy recomendable.
Después de la función cayó la acostumbrada tromba de estos días. Por casualidad y por efectos de la lluvia, encontré por el camino al presentador, Leo Mendoza, y aunque nos mojamos los tenis y los faldones del pantalón a causa de la inundación en las calles y avenidas, pudimos charlar, en nuestra caminata hasta la estación del metro, sobre “Café Tacuba” y aquella época de oro del rock nacional.
Esta serie de aguaceros, por cierto, debería hacernos reflexionar sobre el horror que hemos provocado y denominado “Cambio climático”. Hace años arrasamos bosques y selvas en la búsqueda del progreso; un error histórico de espanto. Y, aprovechando esto, recuerdo que fue precisamente “Café Tacuba” quien me hizo reflexionar respecto a este tema por primera vez, a plenitud, con la magnífica letra de la canción “Trópico de cáncer”, que a varios les vendrá a la mente con estas líneas:
“Ay, mis ingenieros civiles y asociados
No crean que no me duele irme de su lado
Pero es que yo pienso que ha llegado el tiempo
De darle lugar a los espacios sin cemento
Por eso yo ya me voy
No quiero tener nada que ver
Con esa fea relación de acción
Construcción, destrucción, ah, ah, ah…”

Música hecha conciencia. Rubén Albarrán es, por cierto, un verdadero activista, una figura comprometida en la lucha de los derechos humanos, la defensa del agua y otros temas medioambientales. A veces, lo reconozco, extraño al tipo de bandas que se comprometían ante las problemáticas de su época pues, de forma simbólica, ello resultaba fundamental para generar reflexión en las juventudes.
En fin, no quiero ponerme triste recordando viejos tiempos. Que sueñen con “Rarotonga” y alguna que otra “chica”banda”. Y lean. Lean mucho, porque si algo podemos atestiguar dentro del documental, es que lectura y figuras de rock no están en pugna. “Café Tacuba” interpretó, por ejemplo, una novela de José Emilio Pacheco en su rola “Las batallas”. Lean como ellos. Y como Cerati y su “modelo para armar”; o como Jim Morrison ante William Blake y Aldous Huxley; o como Robert Smith ante Albert Camus. Lean “harto”. Besitos. Buenas noches de revés.
Columna: Eterno Navegante.


Sueño de una noche de Teatro en la entrega de los premios ACPT 2025

El Tormentón

Desde el Caparazón de la Tortuga: Danza, teatro y circo en una aventura inolvidable inspirada en Momo de Michael Ende

Cinco discos para apreciar a The Brian Jonestown Massacre

De lo sutil a lo explícito: Expo SexMex y Only Fest 2025
También te puede gustar
Continuar leyendo
