La movilidad de esta ciudad convulsiona cuando la velocidad, el tiempo y el espacio son atrofiados por el tráfico.
Es imposible no detenerse a mirar ese paisaje asfaltado con líneas peatonales descoloridas.
Siempre hay un papel mal pegado en las paredes o en los postes recordándonos las ausencias.
Obreros desperdigados por las banquetas echándose una pestañita después del taco.
Los días pueden llegar a ser una penitencia, un poco aburridos, un tanto iguales, pero siempre te encontrarás con algo de color.
En las paradas de los camiones hay personas inertes en la espera, mirando a la distancia.
Y si te asomas un poquito hacia arriba te sorprenderá el tendedero de zapatos viejos en los cables, tan común por estos lados.
La mezcla de un pasado con el presente, compadres con penachos caminando entre automóviles y semáforos.
No trates de comprender este barrio de la gran Tenoch solo déjate llevar por el sonido de los escapes, de las bicicletas, de ese son jarocho que se escucha allá lejitos.
Respira y sigue andando.