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Federico García Lorca, canto al amor gitano

Escrito por el 04/05/2024

Federico García Lorca

(Granada, 5 de junio de 1898 - Granada, 18 de agosto de 1936)

El poeta granadino es uno de los grandes exponentes de la Poesía en español del Siglo XX, perteneciente a la generación del 27, sus grandes poemarios siguen siendo estudiados y leureados por poetas de distintantas partes del mundo y de distintas generaciones. El Romancero Gitano (1928), Poeta en Nueva York (1930), Sonetos del amor oscuro (1936), Diván del Tamarit (1940), son obras monumentales, llenas de un alto sentido poético y un manejo sublime de la técnica y la tradición, renovando la poesía de su época y al mismo tiempo homenajeando a la poesía gitana y morisca parte fundacional de su historia literaria. Lorca también ejercitó la dramaturgia dejando obras de teatro que marcan una cima importante en el teatro español; Bodas de Sangre (1933), Yerma (1934) y La casa de Bernarda Alba (1936), son tan sólo tres piedras angulares para entender su propuesta escénica y prosística. Fue injustamente asesinado por el bando sublevado un mes después del golpe de Estado que provocó el inicio de la Guerra civil española.

Entre sus varios libros aclamados, hemos realizado una brevísima selección de cinco poemas suficientes para apreciar la fuerza emocional y espiritual del poeta, conjunto de poemas donde la poesía de Lorca se muestra en un esplendor que te atrapa; por su intimismo, su cante jondo, su audacia sentimental, su intuición poética inconfundible y melancólica, su erotismo sutil y oculto, su simbolismo místico. Las figuras recurrentes en su poemas como la luna, el jinete, la muerte, el agua, la sangre, el toro, se han vuelto de obsesivo interés para sus críticos. Así como su biografía culminando con su abrupta muerte, la cual aún esta llena de incognitas al grado de no saber donde están enterrados sus restos, los cuales fueron hechados a una fosa comun junto a otros cuerpos, durante el estallido del franquismo.

Soneto de la dulce queja

No me dejes perder la maravilla
de tus ojos de estatua, ni el acento
que de noche me pone en la mejilla
la solitaria rosa de tu aliento.
Tengo miedo de ser en esta orilla
tronco sin ramas, y lo que más siento
es no tener la flor, pulpa o arcilla
para el gusano de mi sufrimiento.
Si tú eres el tesoro oculto mío,
si eres mi cruz y mi dolor mojado,
si soy el perro de tu señorío,
no me dejes perder lo que he ganado
y decora las aguas de tu río
con hojas de mi otoño enajenado.

Sonetos del amor oscuro (1936)

La aurora

La aurora de Nueva York tiene
cuatro columnas de cieno
y un huracán de negras palomas
que chapotean las aguas podridas.
La aurora de Nueva York gime
por las inmensas escaleras
buscando entre las aristas
nardos de angustia dibujada.

La aurora llega y nadie la recibe en su boca
porque allí no hay mañana ni esperanza posible.
A veces las monedas en enjambres furiosos
taladran y devoran abandonados niños.
Los primeros que salen comprenden con sus huesos
que no habrá paraíso ni amores deshojados;
saben que van al cieno de números y leyes
a los juegos sin arte, a sudores sin fruto.
La luz es sepultada por cadenas y ruidos
en impúdico reto de ciencias sin raíces.
Por los barrios hay gentes que vacilan insomnes
como recién salidos de un naufragio de sangre.

Poeta en Nueva York (1930)

El poeta pide a su amor que le escriba

Amor de mis entrañas, viva muerte,
en vano espero tu palabra escrita
y pienso, con la flor que se marchita,
que si vivo sin mí quiero perderte.

El aire es inmortal. La piedra inerte
ni conoce la sombra ni la evita.
Corazón interior no necesita
la miel helada que la luna vierte.

Pero yo te sufrí. Rasgué mis venas,
tigre y paloma, sobre tu cintura
en duelo de mordiscos y azucenas.

Llena, pues, de palabras mi locura
o déjame vivir en mi serena
noche del alma para siempre oscura.

Sonetos del amor oscuro (1936)

Romance de la pena negra

Las piquetas de los gallos
cavan buscando la aurora,
cuando por el monte oscuro
baja Soledad Montoya.
Cobre amarillo, su carne,
huele a caballo y a sombra.
Yunques ahumados sus pechos,
gimen canciones redondas.
Soledad, ¿por quién preguntas
sin compaña y a estas horas?
Pregunte por quien pregunte,
dime: ¿a ti qué se te importa?
Vengo a buscar lo que busco,
mi alegría y mi persona.
Soledad de mis pesares,
caballo que se desboca,
al fin encuentra la mar
y se lo tragan las olas.
No me recuerdes el mar,
que la pena negra, brota
en las tierras de aceituna
bajo el rumor de las hojas.
¡Soledad, qué pena tienes!
¡Qué pena tan lastimosa!
Lloras zumo de limón
agrio de espera y de boca.
¡Qué pena tan grande! Corro
mi casa como una loca,
mis dos trenzas por el suelo,
de la cocina a la alcoba.
¡Qué pena! Me estoy poniendo
de azabache carne y ropa.
¡Ay, mis camisas de hilo!
¡Ay, mis muslos de amapola!
Soledad: lava tu cuerpo
con agua de las alondras,
y deja tu corazón
en paz, Soledad Montoya.

*

Por abajo canta el río:
volante de cielo y hojas.
Con flores de calabaza,
la nueva luz se corona.
¡Oh pena de los gitanos!
Pena limpia y siempre sola.
¡Oh pena de cauce oculto
y madrugada remota!

Romancero Gitano (1928)

Gacela del amor desesperado

La noche no quiere venir
para que tú no vengas
ni yo pueda ir.

Pero yo iré
aunque un sol de alacranes me coma la sien.
Pero tú vendrás
con la lengua quemada por la lluvia de sal.

El día no quiere venir
para que tú no vengas
ni yo pueda ir.

Pero yo iré
entregando a los sapos mi mordido clavel.
Pero tú vendrás
por las turbias cloacas de la oscuridad.

Ni la noche ni el día quieren venir
para que por ti muera
y tú mueras por mí.

Diván del Tamarit (1940)

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