Como en aquellos cómics donde los héroes se despiden sabiendo que su mito vivirá más allá del traje —como en ¿Qué le pasó al Hombre del Mañana?, donde Superman baja el telón de una era—, El Hijo del Santo anunció su despedida definitiva de los cuadriláteros.
Después de 43 años de trayectoria, el heredero de la máscara de plata confirmó que colgará la capa y las botas tras una gira de tres funciones que cerrará el 13 de diciembre en el Palacio de los Deportes, el mismo recinto donde su padre, El Santo, el Enmascarado de Plata, luchó por última vez en 1982.
La noticia se dio en conferencia de prensa, el pasado 28 de octubre, donde el luchador —sereno, agradecido y consciente del peso de su legado— habló no solo de su carrera, sino de lo que quiere dejar atrás.
“No me considero un ejemplo porque soy un humano, pero sí me gustaría que los jóvenes de las nuevas generaciones vean que El Hijo del Santo siempre fue un luchador disciplinado, un luchador muy profesional”, dijo en respuesta a INVENCIBLE.
“¿Qué quiero dejar a mis compañeros? Que respeten al público, que respeten la lucha libre, que la dignifiquen, que cuiden sus incógnitas y aprendan a luchar a ras de lona. Que le brinden al público la esencia real de la lucha libre, pero sobre todo la disciplina, la entrega, la pasión. Que no suban a un ring por ser famosos, sino por pasión y por amor a la lucha libre”.
Durante la conferencia, también leyó fragmentos de un libro personal donde repasa su vida, sus inicios y la herencia que carga desde niño. Cada palabra sonó como una despedida escrita con gratitud: hacia su padre, hacia el público y hacia una profesión que lo convirtió en símbolo.
Su gira final recorrerá Monterrey (29 de noviembre), Guadalajara (6 de diciembre) y culminará en la Ciudad de México (13 de diciembre). Los boletos ya están disponibles en Ticketmaster, y se espera un lleno total para presenciar una noche que promete ser histórica.
Porque cuando las luces se apaguen y el estruendo deje de hacer eco en el Palacio de los Deportes, el hombre colgará la máscara, la capa y las botas. Pero la leyenda no morirá. Seguirá viva —en la lona, en la memoria y en el corazón de la gente— por generaciones.