Los nuevos autores que están surgiendo en este nuevo siglo, poco a poco, se van abriendo brecha, aún falta que sean leídos. Tienen buenas propuestas, claro que los clásicos son grandes obras, pero hay una nueva generación de escritores que están dando un giro a la literatura mexicana y del mundo.
Este texto aborda el libro “Si tuviéramos que hablar de los muertos”, del autor mexicano Ulises Paniagua. Una serie de cuentos de terror que nos llevan a vivir una experiencia sin igual, desde un nahual que ajusticia narcotraficantes en el norte del país o un extraño poema lleno de terrores, o la desaparición de varios niños en el centro histórico de la Ciudad de México. Historias que nos hielan la sangre e introduce a un mundo visceral y oscuro del ser humano y sus atrocidades.
Sin lugar a duda, es un libro que debe ser leído, este género se ha popularizado entre los lectores de todo el planeta. Encontrar una narrativa como es el terror en México, es una gran experiencia, se disfruta cada palabra, situación y nos conmueve con sus inesperados finales.
La historia que ha sido de las más impactantes es el quinto cuento, “Una casa es un silencio”, el cual aborda varios temas cotidianos como el divorcio, la maternidad no deseada, la depresión, el alcoholismo y la indiferencia de los hijos. Nos adentra a un lugar lúgubre, que se supone que debería ser un lugar seguro, el hogar. Se puede sentir como una casa puede llegar a ser una celda, que no hay escapatoria y que cada vez pesa más sostenerla, es un monstruo que carcome y lleva a la locura de la protagonista, un final inesperado que, a veces, es necesario leerlo una, dos o más veces.
Es un cuento que se adentra en tu mente, pudieras ser tú, en cualquiera de los personajes que intervienen en esta historia, sientes en la piel las paredes y la falta de luz, esa luz del alma. Una botella que desata el Delirum tremens, no hay sangre ni mutilaciones, pero una criatura domina la situación y de esta no es fácil escapar. El autor ha logrado la catarsis en este cuento, maravillosamente escrito, con las técnicas del lenguaje preciso y la creación de los escenarios perfectos para esta historia.
Se puede identificar en este cuento, las diferentes problemáticas que pueden surgir en una familia rota, invadida por el alcoholismo de la madre, de la indiferencia y la responsabilidad nula de un padre que debería sostener la enorme casa que, en realidad, no es tan grande, pero que está llena de conflictos, los que la agrandecen. Los chillidos de un bebé descuidado se escuchan por un largo pasillo, un gato aborrecido se vuelve incómodo con su presencia, nadie podría imaginar lo que sucede en una azotea cuando correteas a un animal de este pelo, puede ser tu última imagen.
Podemos entender que en México el terror no es una copia de las obras de Allan Poe o de Bram Stoker. Tenemos grandes personalidades en la literatura mexicana, como son Amparo Dávila que en su obra muestra casas llenas de tradición y moralidad mexicana, con sus geranios en los patios, un pasado lleno de programas de radio y trenes que pasan por pueblos polvorientos, sus monstruos van más allá de algo sobrenatural, son personas llenas de cierta oscuridad que los convierte en criaturas lúgubres que desprenden un infierno al que te pueden llevar. También tenemos a Abel Cruz que relata los horrores de las enfermedades terminales y el mal sistema de salud mexicano que está de terror, en sus distantes citas y su sala de emergencias. Instalaciones oscuras, pasillos con humedad y goteras que hacen eco al caer la insistente agua, en el brillante piso de la morgue de un hospital que no sabemos si existe en la mente de los personajes o si es una realidad en el lector.
Ulises Paniagua en su libro “Si tuviéramos que hablar de los muertos” plasma la oscuridad de un mexicano que vive un presente lleno de violencia, de terror diario, desapariciones, el cobro de piso, la prostitución infantil y la omisión e indiferencia de los que deben protegernos; transforma todo lo anterior en terror, un terror contemporáneo, que solo lo entendemos los que vivimos en este país y no está lejano de la realidad de otros países de Latinoamérica. Nos adentra a un mundo de color escarlata oxidado, sin necesidad de llegar a lo sangriento como en “Carrie” de King.
El terror mexicano es un género que no es nuevo en nuestro país, hay un sinfín de películas, series y por supuesto, literatura. Esta última se está abriendo paso en los estantes de las librerías de todo el país, poco a poco se han ido internacionalizando, cuentos famosos como el de “Chac Mool” de Carlos Fuentes o La historia de Mariquita de Guadalupe Dueñas. El terror mexicano lleva consigo nuestras tradiciones, un pasado bélico, la Revolución, la Conquista, el Virreinato y tanto cachivache que nuestro bello México carga en su costal de yute, ese señor de las pesadillas infantiles que nos daba miedo, ese que se roba niños y quién sabe a dónde van a parar.
El terror mexicano, en conclusión, no es una copia de la literatura oscura de otros países, tiene identidad propia, tradiciones y costumbres que, en su narrativa, no encontraremos en otro lugar del mundo, nuestra geografía da para una situación extrema, con rostros marcados por el ardiente sol, color moreno y surcos de tierra; llena de nahuales, ollas de barro, camposantos llenos de flores y humo de copal o de mandiles manchados… tal vez de mole.
“Si tuviéramos que hablar de los muertos” es un libro que debería estar en el librero de las casas mexicanas, que mejor si puede estar en la mesita de dormir con un separador, sabiéndose leído, un libro qué, más allá de las pesadillas que puede causar o no, es una invitación a conocer este género que se está dando en nuestra ciudad, esa que no se queda quieta y no duerme, tal vez sea que ya lo haya leído y sus en pesadillas aparezca Ulises Paniagua con su pluma ardiente y punzante, con esa sonrisa sarcástica, invitándola al terror mexicano.
Reseña escrita por Noemi Carras.
De la Cdmx, declamadora por amor, poetisa andante y narradora de sus cuentos. Siempre buscando el fomento del gusto por la lectura; desde hace más de veinte años declama en la calle, encontrando en esta actividad un sustento, una forma de vida. Anteriormente ha sido tallerista, creando el Taller de Creación y expresión literaria «El Gato Culto» en Puerto Escondido, Oaxaca. Ha escrito algunos cuentos con temática de terror, ha escrito y dirigido algunas obras de teatro infantiles, ha enseñado a leer y escribir a niños, ha llevado y acercado el gusto por la lectura a niños, jóvenes y adultos, además de participar en diferentes festivales literarios, en Ciudad de México. En fin… Noemi es una mujer que fomenta la lectura, la poesía, la escritura y la narración, no dejará de hacerlo, pues esto es lo que la mantiene con el alma contenta. Actualmente estudia Comunicación y periodismo en la Facultad de estudios superiores Aragón, demostrándose que nunca es tarde para hacer realidad sus sueños y que en el conocimiento siempre habrá algo nuevo por descubrir.
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