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Máscaras y catarsis

Escrito por el 16/11/2025

Hace un montón de tiempo cuando era una morrita de ocho o nueve años conocí a mi ídolo Blue Demon, el luchador, fue un encuentro casual en su gimnasio que hallaba dentro de mi colonia la Mocte, cerca de mi cantón. Ahí estaba ese señor grandote con una máscara color azul brillante, bien mamado, yo lo veía desde abajo (estaba enana todavía) tocó mi cabeza con su mano choncha; por algo le decían “El Manotas”. Ese pequeño gesto para mí fue una bendición.

Entonces sucedió el milagro después de unos años me topé con la lucha libre de barrio en Culhuacán acá en Iztapalapa ¡yo estaba bien emocionada!

La gente ya se juntaba entre los puestos del tianguis del domingo, luchadores salían de la carpa con diferentes atuendos y máscaras, algunos subían al cuadrilátero.

¡Heey faamiiliiaaa! Tercera llamada, tercera. ¡Comenzamos!

El alboroto ya estaba a todo lo que daba, chiflidos, gritos, mentadas de madre, un bonche de ñoras haciéndola de a pedo a los rudos porque ellas apoyan a los técnicos y otros tantos viceversa.

Nunca me había sentido tan amada cuando ese luchador arriba de otro luchador nos gritaba con cariño. ¡Griten con ganas! No los escucho ¡todavía que es gratis, cabrones! Pinches jodidos (soltó una carcajada).

Las risas no fallaron y la respuesta del público se notó.

¡Ya cállate y pelea!

¡A lo que viniste!

¡Salúdame a tu mamacita!

¡Yo ni te vine a ver a ti!

Mientras tanto en el cuadrilátero se escuchaban los pierrotazos (golpe dado en el pecho con la mano abierta), los costalazos en la lona y los quejidos de dolor de los enmascarados, hasta a el referí le tocaron sus fregadazos. Todo era alegría en el lugar.

En una esquina del ring se miraba a dos de los contrincantes luchando con fervor; le querían arrancar la máscara a uno de ellos, al fondo de la escena se oía claramente:

¡No seas puerco!

¡Para eso me gustabas! Buuu,buuu.

¡Solo así puedes, agárrate a chingadazos!  Mejor le hubieras escupido la cara.

Llaves, besos, vuelos y latas de chela estrellándose en algún luchador, no faltaron. Por andar de metiche bien cerca por poco me lleva un luchador enmascarado que salió disparado sobre la lona. La banda andaba recontenta.

¡Pícale los ojos y sácale la lengua!

¡Sácale los mocos en vez de la lengua!

La muchachona que nunca falta, ¡te apachurro!

Lo más chido es cuando una pelea le late al público, se les lanzan monedas al ring en manera de agradecimiento por quedar satisfechos con el show; nada más hay que andar a las vivas por eso de los monedazos en la cabeza.

Esa noche dormí bien tranquila después del gritadero y las carcajadas, la catarsis se había hecho.

Columna: Somos la street