Invencible Radio

Juntos Somos Invencibles

Canción actual

Título

Artista


El malestar en la academia

Escrito por el 11/10/2023

La ciencia no es un ente etéreo, es un conjunto de conocimientos y prácticas, que a su vez son llevadas a cabo por personas con emociones, expectativas y valores.

Durante los últimos treinta años se han suscitado una serie de escándalos que han evidenciado la diferencia entre el pensamiento académico y el pensamiento científico, ya que aunque ambos términos a veces se entienden como sinónimos, en realidad describen dos tipos de pensamiento fundamentalmente opuestos. Por academia me refiero al conjunto de instituciones, tanto públicas como privadas, que albergan a los profesionales dedicados a la investigación de ciencias, humanidades y artes. No solamente se trata de instituciones educativas, como las universidades, sino también institutos, asociaciones civiles y otros entes dedicados exclusivamente a la investigación.

Comenzaremos nuestro recuento con un evento ocurrido en 1996, cuando el profesor de física norteamericano Alan Sokal envió un artículo a la revista académica Social Text, dedicada a análisis cultural. El artículo se titulaba “Transgrediendo las barreras: hacia una hermenéutica transformativa de la gravedad cuántica” y fue publicado ese mismo año. Unas semanas después, Sokal publicó otro artículo en una revista diferente, llamada Lingua Franca, el título “Un físico experimenta con los estudios culturales”, donde revela que su artículo anterior no había sido escrito con el fin de comprobar una hipótesis sobre la gravedad, sino para comprobar que Social Text lo publicaría con base en el lenguaje utilizado y las citas usadas, incluso si el resto de su contenido era solamente paja de relleno sin sentido.

Con esto, Sokal evidenció que la revista no llevaba a cabo las mejores prácticas académicas, como la revisión del texto por parte de colegas o pedir el apoyo externo de algún experto en física. Básicamente publicando en una revista considerada como autoridad en la materia, un texto sabiendo que no lo entendían, o peor aún, que asumían entender sin realmente hacerlo, incumpliendo con la responsabilidad de quienes se espera un mayor rigor, precisamente un rigor académico. Todo esto en el contexto de abiertas hostilidades y animadversión entre el entorno académico científico, al que pertenece Sokal y el de las humanidades, al que pertenece la revista.

Subamos de nivel, a un engaño todavía más elaborado pero dirigido hacia académicos  e intelectuales en el mundo del arte.

El siguiente incidente de hecho tuvo lugar un par de años después, en 1998 y tuvo como protagonistas al autor William Boyd y al mismísimo David Bowie. Quienes observaron que en el mundo académico de la crítica de arte no parecía haber teoría profunda o evidencia sólida que explicara las razones por las que una obra era considerada valiosa por encima de otra. Observaron una especie de efecto manada, en el que nadie quería ser excluido por sus opiniones y dichas opiniones terminaban, por lo tanto, cayendo siempre dentro del mismo consenso.

Para evidenciar esto, decidieron inventar a un pintor ficticio, al cual llamaron Nat Tate, siendo Boyd quien escribiría un libro supuestamente biográfico al respecto y Bowie (que ya había hecho carrera como editor, crítico y coleccionista en el mundo del arte) quien promovería dicho libro entre los usuales críticos y académicos que constituían la escena del arte en Nueva York.

El día de los santos inocentes, en el estudio de Jeff Koons, se hizo la fiesta de lanzamiento, para aderezar el engaño Boyd obtuvo algunos objetos al azar, fotos y pinturas, para ilustrar la supuesta vida del artista desconocido e infravalorado. Nadie puso en tela de juicio lo dicho, pero crucialmente, algunas personas fueron registradas afirmando haber escuchado antes sobre el artista inexistente e incluso el haberlo conocido.

Hasta aquí podríamos afirmar una falta de rigor desde la academia, pero también podríamos aludir a lo elaborado de los engaños, una mala intención hacia personas que no asumen dicha malicia. Pero es precisamente la academia y la crítica de quien se espera ejerza un juicio crítico en asuntos como estos ¿si no es de ellos, entonces de quién se puede esperar?

Pero más allá de la falta de rigor, en el siguiente caso sí podemos observar una intención de engañar, no desde afuera, sino desde el mismo núcleo de las ciencias exactas.

En 1997 un joven alemán llamado Jan Hendrik Schön Había obtenido su doctorado de la universidad de Konstanz, su campo de investigación era la física de materia condensada y la nanotecnología, casi de inmediato fué contratado por los laboratorios Bell para trabajar en tecnología de semiconductores. Entre 2001 y 2002 al joven académico alemán le fueron otorgadas una serie de preseas por sus descubrimientos en el campo de la física, en específico en la investigación de nuevos materiales.

Su meteórico ascenso correspondía con los avances espectaculares que reportaba haber obtenido en sus experimentos con materiales superconductores. Crucialmente, sus avances correspondían con predicciones teóricas hechas previamente por otros investigadores del campo. El hecho de que sus avances parecieran ser coherentes con el conocimiento previo permitió que sus aseveraciones, por más espectaculares que fueran, parecieran lo suficientemente verosímiles como para ser publicadas en revistas científicas de prestigio.

Dos aspectos de la situación comenzaron a generar sospecha: en primer lugar, Schön publicaba a un ritmo humanamente imposible, cercano a un artículo por semana; en segundo lugar, las implicaciones prácticas de sus descubrimientos generaron un gran interés por replicar sus hallazgos, cosa que en repetidas ocasiones resultó ser imposible.

Finalmente, Julia Hsu y Lynn Loo se dieron cuenta de que las gráficas en varios de los artículos de Schön eran un mero copia y pega, sin relación verdadera con los datos reportados. En 2002 los laboratorios Bell iniciaron una investigación que llegó a la conclusión de que lo reportado por Schön no eran datos empíricos, derivados de investigación experimental, sino datos obtenidos por cálculos matemáticos, con la esperanza de que al tratar de replicar los supuestos hallazgos, otros investigadores encontraran las verdaderas evidencias. Para su desgracia, todos los intentos por alcanzar dichas predicciones fueron infructuosos.

Para 2004 la Universidad de Konstanz decidió revocar el doctorado de Schön, sus premios fueron retirados y se le exigió devolver las compensaciones económicas que venían con las distinciones, se le prohibió participar en cualquier asunto académico dentro del sistema educativo alemán y a raíz de esto se retiró por completo de la vida académica.

Estos fueron solamente unos cuantos ejemplos del malestar actual en el mundo académico, donde es cada vez más común encontrar fraudes, sin importar el campo. Algunos fraudes, como los primeros que se hicieron famosos a finales del siglo pasado fueron una llamada de atención deliberada para avisar, como el canario en la mina, que algo estaba mal. Sin embargo, debido precisamente a que el sistema académico como tal se encuentra corrompido, no se hizo caso a dichas advertencias, dando como resultado que en este siglo los fraudes como el de Schön, que verdaderamente intentan hacerse pasar por ciencia, han sido encontrados una y otra vez.

¿Cuántos fraudes permanecen sin ser evidenciados? Solamente el tiempo lo dirá.

Columna: Transpoiética