Como me gustaba ver esas películas de la época de oro con mis abuelos; mi abuelita enamorada de Pedro Infante y jamás se perdía esos dramones de Arturo de Córdova con la frase que nunca olvidé “Eso no tiene la menor importancia.”
Me llamaba mucho la atención el paisaje de la Ciudad de México de los años treinta y cincuentas, pura imagen a blanco y negro; los autos antiguos, la arquitectura, la construcción de edificios, las avenidas, las calles, el andar de las personas por la Latino o Bellas Artes.
Entonces durante años recopile esa información en esta cabeza mía, que a veces sin darme cuenta busco esa similitud del ayer y el hoy de mi querido Distrito Federal, para mí se sigue llamando así.
No tengo idea de cual atinado sea el proceso, no es emular esas fotografías mentales de mi niñez, quizá nací en la época equivocada.
Sé que con el tiempo las expresiones de los rostros son diferentes obviamente dependiendo de la época, pero hay otros que tienen un rasgo que se hereda de los parientes de esos años.
Para mí esta ciudad, esta Tenoch asfaltada es gris por naturaleza, eso no quiere decir que pierda la belleza cruda, tal vez estoy equivocada, pero creo que es un toque distintivo del Defectuoso.
En el ir y venir del paisaje urbano, de fotos, de rostros, de una ciudad que se ha transformado, que ha evolucionado, siempre tiene un sinfín de historias que contar.
Columna: Somos la street