En esta urbe de furia y burbujas de jabón la cotidianidad nos carcome las suelas de los zapatos. La trifulca entrecalles es un zumbido que taladra todos los días, es nuestro pan de cada día.
El semáforo en verde, el estacionamiento con su tarifa de cuarenta baros la hora, los edificios formando paisajes mediocres, una sociedad sobreviviendo a los malos tratos de “nuestros servidores públicos.”
Somos una Alicia en el país de las Maravillas, somos un lugar de cuentos donde la Cenicienta usa calcetas verdes y chanclas con estampado de fresas, donde los Sex shops son la portada de las historias contadas.
Los tendederos improvisados en los cables señalan un lugar, una necesidad, una pobreza y un grito de existencia.
Los charcos reflejos de recuerdo turbios, rostros infantiles deambulan con paliacates de color rojo, rostros infantiles que han sido rozados por las balas, balas que han sido disparadas contra el pueblo.
Conceptos rústicos de una metrópoli llena de salvajes motociclistas con chalecos blindados, cascos e insignias.
Somos indiferentes a una realidad que nos abofetea desde que despertamos, somos parte de una fábula donde el lobo tiene piel de oveja, somos burbujas de jabón flotando sobre las líneas blancas de las avenidas.
Columna: #somoslastreet