Han puesto precio a nuestras cabezas, esta cabrona la herencia generacional, tener miedo de salir a las calles a levantar la voz.
Encapuchados haciéndose llamar “anarquistas” lanzan piedras, rompen, queman; una bola de periodistas cubriendo la nota de aquella escena violenta son amenazados por otros encapuchados que les ordenan que nada de fotos. ¿Entonces para qué hacerla de a tos sino quieren que los miren?
Policías con escudos antimotines con la leyenda PROTECCION CIUDADANA están dispuestos a arrancarnos los ojos y a llenar nuestras narices con gas lacrimógeno y extintor, y a tragarnos vivos.
A veces correr y mordemos la lengua es una opción, a veces teñir nuestros rostros de rojo simulando la sangre de los ausentes es otra.
Nuestros pies deberían estar llenos de barro, nuestras manos levantadas hacia el cielo, pero aquí solo hay asfalto que quema las suelas y contaminación que aturde.
En los túneles vehiculares están las Adelitas y revolucionarios modernos con enaguas, paliacates y mochilas haciendo una danza de lucha y esperanza; los espectadores cruzan miradas unos con otros en silencio a través de las pantallas de sus IPhones.
¿Qué tan dispuestos estamos en tomar pistolas con agua y disparar para defender la fe y el pensamiento de libertad de nuestras hijas e hijos? Las abuelas nos acompañan, hacen pintas y se meten al mitote.
Habrá días lluviosos en donde se tendrán que reventar los pulmones exigiendo el derecho a la vida, exigiendo ser tratados con dignidad.
Ya hay días en donde las morritas y morritos acompañan a sus jefas y jefes, a sus carnalas y carnales, ya hay días en donde la mirada de esas morras y morros dicen más que una manta con las palabras: DEMOCRACIA LIBERTAD JUSTICIA.
Columna: #somoslastreet
Fotos por Cole Tirado