Pus andábamos dando el rol por allá en el Centro de la ciudad, para ser exactos, en el Zócalo.
Era el mes patrio, con sus adornos verde, blanco y rojo, el escudo nacional en grandotote se veía en todo su esplendor en la calle 20 de noviembre. Eso sí había un chingo de gente como siempre y todos vamos a lo mismo, a babosear, a ver que se nos pega, una tlayuda, un agua mineral preparada con hielito de dudosa procedencia, su salecita y su limón; lo que nunca falta en ese lugar es el comercio ambulante y el Grinch vestido de Santa Claus en pleno septiembre.
En un instante a otro se soltó el tormentón. Toda la raza corría pa´todos lados chocando mujeres contra hombres, hombres contra mujeres, el carrito de los elotes atropellando gente. La muchedumbre intentaba cubrirse de la lluvia en los arcos del Ayuntamiento.
Nosotros alcanzamos a meternos a los otros arcos, paraguas por aquí, viento por allá, todos bien amontonados. ¡Pinche frío que hacía!
Los días de lluvia nada más pone de malas a las personas.
Los vendedores de impermeables de plástico de bolsa rifando en el momento del tormentón, veinte varos el costo con todo y recomendación, ¡lleve su impermeable pa´que no se moje, pa´estas aguas y pa´las otras también!
Ya bien plantados en un solo lugar, pues no había a donde moverse, la banda que tenía prisa corría y se cruzaba las calles y así llegar a algún lado, valió para pura madre los plásticos, las chamarras y los paraguas el viento estaba bien duro y casi se los llevaba.
Dos morrillas soltaban una carcajada mientras decían, ¡no manches Julia ya nos mojamos!, la otra respondía, ¡ya córrele mana! De haber sabido mejor me vengo en chanclas.
Las tardes lluviosas en la Gran Tenoch son caóticas.